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Stephen tenía un plan bien ensayado en su cabeza. Él haría un saludo formal para no presionar a Rose, buscaría congraciarse con la condesa y luego intentaría ser un hombre civilizado mientras veía brillar a su amada en el baile. 

No estaba preparado par ver a Rose bajar por las escaleras tan radiante; se quedó mirándola embelesado preguntándose si podría comportarse como un caballero y no llevarla a un rincón oscuro y besarla como tanto quería hacer. Tendría que escapar de la vigilancia de Robert y la condesa pero si solo supiera que Rose estaba dispuesta, él lo lograría . 

Como en todos los bailes la fila de coches a la entrada de la casa era interminable. En esos preciados momentos junto a Rose pudo verla en el ambiente familiar que tanto le gustaba. Rose brillaba junto a su familia y él quería poder hacerla feliz así como lo era ahora. Stephen podía entender la razón de Robert para cuidar de las dos mujeres a su lado de la cruel verdad de la vida paralela del difunto conde. 

 Cuando por fin fueron anunciados, Stephen pudo notar las miradas interesadas sobre ellos; por supuesto él llevaba del brazo a Rose y estaba dispuesto a demostrar esa noche su clara intención de hacerla su duquesa. Justo al llegar al final de la escalinata, con Stephen intentando hacerse paso a través de la multitud que se arremolinaba a su alrededor, la condesa lo sorprendió agradeciéndole por ser tan amable de traerlas.

- Rose, encontré a Emma, está junto al marqués. - Escuchó decir a la condesa. 

- No sé si debemos ir tan pronto. -  Respondió Rose.

Stephen pudo escuchar reir a Robert mientras veía a la condesa a punto de llevarse a Rose de su lado. Claro que no podía hacer nada si así lo tenían planeado y fue en el ultimo minuto que se le ocurrió tomar la mano de Rose donde tenía sujeta la libretita de sus bailes disponibles.

- Rose, esperaré con ansias cada vals. - le dijo luego de anotar dos veces su nombre y verla desaparecer entre el mar de vestidos de las damas. 

Al voltear pudo ver a Robert mirándole divertido. Tomando unas copas de champagne buscaron un sitio donde poder mirar la sala pero no ser tan accesibles a las madres que querían atraparlos para hacerlos escribir sus nombres en las libretas de sus propias hijas. Si Stephen lograba su objetivo no bailaría con nadie más que con Rose, eso haría aún más patente su interés.

- No puedes negar que han jugado bien sus cartas. Se han comportado amablemente y cuando te han tenido con la guardia baja se te han escabullido entre las manos. - le dijo Robert.

- Por lo menos ya no están enojadas conmigo. Fui a tu casa pensando mil cosas para apaciguarlas.  contestó Stephen.

- Pero fueron donde Bristol. Yo creo que estás perdiendo en esto. - continuó Robert riéndose de él.

- Creí que estabas de mi parte. ¿No que tenías la boda planeada? - dijo perdiendo por un momento la paciencia Stephen.

- Un duque, un marqués igual sirve. Ella estará protegida de cualquier modo. Y tú estás haciendo un gran problema todo. Hoy podríamos estar anunciando el compromiso y no es así.- Respondió Robert.

Bueno el plan había cambiado, Robert podía estar divirtiéndose con la situación pero a Stephen no le gustaba nada este Bristol. Un hombre no dejaba a su amante de un día a otro. ¿A qué jugaba Bristol? Su madre podía asegurar una cosa pero lo cierto es que Bristol siempre estuvo al lado de Lady Grace, Stephen pensaba que Bristol jugaría con Rose solo hasta que la otra mujer volviera. Podría hasta querer casarse con ella para luego volver con su amante, Stephen no lo iba a permitir, iba a mostrar su juego hoy. Rose no tendría duda de sus intenciones luego de esta noche. Solo esperaba que Rose tuviera el mismo interés.

Casi perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora