Keira Cooper solo ha conocido el amor una vez y le fue arrebatado por la persona que debió protegerla; con los años no solo ha madurado su personalidad sino también ha crecido su rencor y su odio hacia ella por lo que se esforzará por encontrar un h...
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Me quitó completamente el pantalón a tirones y después sin previo aviso arrancó con fuerza mi ropa interior antes de jalarme de nuevo y hacer que me enroscara de nuevo.
Jaló un extremo de la toalla y dejó al descubierto su cuerpo, ese en el que solo quedaba su bóxer mostrando una protuberancia que me hacía pensar en solo tenerla dentro de mí.
Se bajó la ropa interior y sin esperar más se introdujo con fuerza haciendo que diera un pequeño grito y echara la cabeza hacia atrás golpeándome con la pared.
No esperó nada, al contrario empezó a moverse con fuerza y sin contemplaciones. Estaba siendo rudo y sin duda me estaba gustando desde que empecé a gemir fuerte y a pedirle más.
—¿Te gusta así? —dijo sin dejar de empujar—. Te gusta duro. Solo Dime cómo quieres que lo haga. Eres mía ahora y voy a mandar a la mierda todo. Solo déjame estar así, contigo.
Aceleró el ritmo y yo sin duda ya no podía contener ni mis gemidos y mucho menos las maldiciones que estaba diciéndole a causa del placer que estaba obteniendo.
—¡Joder sí! —dije entre jadeos—. No te detengas.
Aceleró el ritmo tanto que parecía poseído y yo comencé a lanzar pequeños grititos que me eran imposibles guardar hasta que cada estocada que me daba era una mezcla exquisita entre el dolor y el placer que estaba matándome.
—Demonios Fredek —farfullé tironeando de su cabello—. No vayas a detenerte, quiero terminar así. Hazlo fuerte.
Aquello pareció incentivarlo porque si creía que no podía hacerlo mejor estaba muy equivocada ya que su cuerpo parecía poseído y sus resoplidos eran inconfundible señal de que lo estaba disfrutando tanto como yo.
Mi cuerpo pulsaba de placer hasta que sin poder soportarlo más y sintiendo el característico nudo en el vientre dejé que el orgasmo me aplastara lanzando un grito escandaloso que no pude detener y mucho menos cuando él seguía resoplando y empujando dentro de mí con fuerza.
Estuvo unos segundos más en los que yo aun no me recuperaba hasta que su cuerpo se tensó completamente y con una maldición parecida a un gruñido dejó que su liberación lo alcanzara.
Bajé mis piernas y agradecí en silencio que me sostuviera de la cintura porque no me sentía con las fuerzas suficientes para poder sostenerme sola.
Permanecimos así unos segundos que parecieron horas hasta que pasada la bruma del buen sexo, el coraje de la mujer que aún esperaba a Fredek en su habitación volvió y lo empujé para separarme de él.
Me observó mientras me vestía recogiendo mi ropa interior y haciéndola una pequeña bola de tela ya que estaba inservible.
Se subió el bóxer y amarró de nuevo la toalla a su cintura mientras yo terminaba de abrocharme el pantalón.
