Capítulo 15

18.5K 1.8K 187
                                    

Desperté sintiendo besos por todo el rostro y algunas caricias por el cuerpo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Desperté sintiendo besos por todo el rostro y algunas caricias por el cuerpo.

—Hemos llegado —susurró dejando un beso en mi sien—. Ponte la chaqueta. Hace frío y llueve.

    Me despejé completamente y me acomodé para poder bajar justo en el momento en que la puerta se abrió dejando que Fredek saliera y me tendiera la mano para salir.

    Salí sintiendo no solo el frío de la noche sino también el aire gélido y la lluvia que no daba tregua.

    Me coloqué la chaqueta bien y corrimos hacia la entrada de lo que parecía ser una cabaña.

    Entramos y seguido de nosotros dejaron nuestro equipaje y se retiró.

—¿No irá de regreso verdad? —dije un tanto ofuscada—. Llueve horrible y es de madrugada.

    Sonrió y negó.

—No soy ningún tirano —respondió divertido—. Dormirá en otra cabaña y solo se va para allá.

    Asentí mucho más tranquila y miré con detenimiento a alrededor.

   Olía a madera y el ambiente tranquilo y acogedor le daba al lugar un aire hogareño imposible de no amar al instante.

—El lugar es hermoso —dije mirando alrededor—. ¿Es tuyo?

—Lo es —respondió—. Es mi lugar favorito solo que casi no vengo. El trabajo me absorbe.

—Tienes muchos lugares favoritos por lo que veo. —Sonreí al ver su cara—. Me gustan tus lugares favoritos.

—Tengo varios, sí —concedió—. Debo admitir que no los visito tan seguido como me gustaría pero los tengo. Cuando vine de Rusia todo me parecía gris y estos lugares sirvieron para poco a poco devolver el color.

—¿Por qué eran grises? —pregunté intentando saber un poco más de él—. ¿Por qué nunca hablas de tu país?

—No hay nada que contar que los libros no hayan contado ya —respondió—. No me gusta hablar de eso.

    Asentí porque de cierta forma me pasaba lo mismo, no me gustaba hablar de mi pasado y si nunca me atrevía a hacerlo era porque dolía saberlo, dolía recordar.

—Deberías cambiarte —dijo con un semblante melancólico—. Puedes enfermar si te dejas la ropa húmeda.

—Tú también —contraataqué—. Ve a cambiarte.

    No dijo nada y solo arrastró las maletas dentro de lo que suponía sería nuestra habitación.

    Caminé tras él viendo como apenas estaba dentro empezaba a sacarse la camisa. Notar cada musculo tensarse me provocaba tocar todos los rincones de su cuerpo sabiendo que el éxtasis siempre estaría ahí, en medio su cuerpo.

Amor de habitación (Serie Amores 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora