Capítulo 38

15K 1.7K 141
                                    

Lo primero que a mi mente vino tras despertar fue mi hijo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lo primero que a mi mente vino tras despertar fue mi hijo.

    Ya no había dolor pero yo tenía miedo a que algo hubiera salido mal.

    Temía que ya no estuviera.

    Miré alrededor pero estaba totalmente sola en la habitación.

    La puerta se abrió dando paso a Fredek quien traía una bebida en las manos.

—¿Mi hijo está bien? —pregunté apenas lo vi—. Por favor dímelo.

    Traté de incorporarme pero no pude y él se acercó de inmediato para detenerme.

—En primer lugar tranquilízate —dijo poniendo su mano sobre mi hombro—. En segundo lugar el bebé sigue vivo. Débil pero vivo y lo importante es que te cuides para que lo ayudes.

    Me recosté comenzando a llorar. Todo había sido mi culpa. Mi bebé podría morir por mi negligencia.

—Deja de llorar —dijo en tono seco—. Así no lo ayudas.

    Asentí sabiendo que el Petrov que iría abrazarme ya no existía.

—¿Cómo supiste? —pregunté antes de limpiarme las lágrimas—. Si no hubieras llegado...

     No pude continuar porque volví a soltar sollozos desmedidos. Si él no hubiera llegado habría matado a mi bebé.

—Angie —dijo sentándose en la cama—.  Tiene un número a donde me llama por emergencias. Yo sabía que estaba en tu departamento y aunque solo llamó pero no hablamos supe que algo andaba mal.

    Recordé a Angie y por primera vez pude agradecerle algo.

—Estaba herida —dije colocando mi mano sobre la de él pero la retiró—. ¿Va a estar bien? ¿Mi hermana está aquí?

—Sí, está aquí —respondió con seriedad—. Angie está bien, vengo de verla. Ha sido atendida.

—Lamento haberla puesto en esta situación —musité avergonzada—. De verdad que lo siento.

    Hubo un silencio incómodo en el que él solo se puso de pie y acercó a la ventana.

—Me ayudas a incorporarme —dije atrayendo su atención—. No quiero estar acostada.

    Se acercó para ayudarme y cuando estuvo a punto de retirarse lo tomé de la camisa.

—Perdóname —susurré escondiendo la cara en su pecho—. No quise lastimarte, pero soy una estúpida que no supo valorarte. Solo llevemos esto en paz.

    No hubo palabras, ni una sola, simplemente tomó mis manos y las alejó.

—Le diré a tu hermana que se quede contigo. —Su tono frío me dolió—. Voy a buscar un lugar para que puedas vivir y asignaré la seguridad necesaria. Ese hombre está suelto y no voy a arriesgar a mi hijo. Si permaneces en tu departamento va a buscarte de nuevo y repito que no estoy dispuesto a poner en peligro la vida de mi hijo.

Amor de habitación (Serie Amores 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora