Capítulo 32

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La mañana llegó con la misma rapidez con la que me había sentado sobre la cama a mirar hacia la ventana

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La mañana llegó con la misma rapidez con la que me había sentado sobre la cama a mirar hacia la ventana.

    No había sido capaz de dormir ni un solo minuto. El llanto había sido mi aliado la noche anterior y aun con la certeza de que todo era real una parte de mí se negaba a aceptarlo.

    Mi doble moral era tan absurda como yo misma. Había pasado años añorando la esperanza de que estuviera vivo y cuando por fin lo tenía frente a mí añoraba que no fuera cierto.

    Las lágrimas volvieron a aparecer pensando en que de cierta manera yo le debía a Jon demasiado. Le debía la pérdida de diez años de su vida, diez años de ser feliz. Yo le había arrebatado diez años de su vida solo por haberse enamorado.

    Sabía que no tenía ningún derecho a hacerle daño, no cuando había sido todo mi culpa pero también pensaba en Fredek y en el daño que le hacía y desgraciadamente yo no podía dejar de hacerlo.

    Uno de esos hombres tendría que olvidarse de mí y yo tendría que olvidar a uno. La sola idea de no ver más a Fredek me ponía enferma o de imaginarlo feliz con alguien más revolvía mis entrañas como nunca antes; sin embargo dejar a Jon y arrebatarle el resto de su vida me parecía mezquino, inhumano.

    Me levanté al baño para devolver el estómago de nuevo. Hacía ya mucho que parecía que no podía hacer más que vomitar pero tampoco me sentía mal, el estómago parecía quejarse de todo lo que entraba en sus dominios y las náuseas pertenecían ya a la actividad favorita de mi cuerpo.

    Me metí a la ducha y mientras el agua recorría lloré de frustración, de indecisión y de rabia contra la vida. Yo no merecía esto, quizás no fui la mejor chica de todas pero definitivamente no lo merecía.

    Permanecí bajo el agua hasta que el sonido del timbre me trastocó y tuve que improvisar poniéndome una toalla y salir a ver quien era.

   Jon acababa de llegar con otro hombre que solo se podía deducir era el doctor y era bastante apático.

—Buenos días Keira —dijo con una sonrisa amable—. Es el médico que te revisará y dirá lo que tienes. Me preocupas.

—Te dije que no era necesario —repliqué—. Ya me siento mucho mejor que ayer. No deberías haberlo traído.

—No voy a estar tranquilo hasta que te revisen —aseguró sin dejar derecho a réplica—. Ve dentro con él. Te aseguro que es un buen hombre y muy amigo mío.

    Sonreí sin ganas porque no tenía el menor sentido del humor por ahora, así que solo enfilé a la habitación seguida del hombre.

    Me recosté en la cama mientras el doctor sacaba sus instrumentos fe trabajo y hacía alguna que otra pregunta. Era algo torpe quizás por su edad pero al final parecía que era los años.

    Se colocó las gafas e hizo todo con una lentitud pasmosa que me sentí ansiosa y con ganas de hacerlo yo misma.

    Rellenó un formulario y después comenzó la revisión con plena concentración e incluso me tomó una muestra de sangre para mandarla a analizar y tener un diagnóstico seguro.

Amor de habitación (Serie Amores 2)Where stories live. Discover now