Capítulo 48

21.4K 1.8K 404
                                    

Salí de casa furiosa antes de abordar un taxi

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Salí de casa furiosa antes de abordar un taxi. Hacía tanto que no conducía. Mi auto seguía en el garaje de mi departamento y ya iba siendo hora de que empezara a ocuparlo de nuevo.

Vi a los custodios correr para subirse al auto y comenzar a seguirme pero esta vez no me importaba alborotar a nadie.

El sonido de mi celular y ver de quién se trataba me enfureció mas al saber que le habían llamado ya, para avisarle y que ahora me perseguían cual delincuente.

Apagué el celular para no sentir la molestia aún más fuerte y terminar de gritarle dos que tres cosas por teléfono.

Estaba furiosa pero más que furiosa decepcionada por su proceder. Había creído que no se atrevería a hacerlo pero estaba visto que no era así y que en el fondo de su corazón, buscaba herirme.

La rabia bulló dentro de mí sabiendo que apenas cruzara la puerta el enfrentamiento empezaría y mejor aún que estaría dispuesto a vencer tanto como yo a terminar de una vez por todas con esto.

El taxi se detuvo frente a su casa sabiendo que aún era temprano para estar en el club y más cuando no había llegado a la casa a ver al bebé. Apenas pagué, bajé y corrí escaleras arriba hasta la puerta principal que aporreé con fuerza y sin demora.

La servidumbre abrió y sin esperar nada pasé a un lado hasta lo que era su despacho donde lo encontré sentado con el teléfono a la mano que dejó de inmediato.

—Ya sabías que venía para acá —dije mirándolo furiosa—. No te hagas el imbécil.

Se puso de pie con toda la parsimonia del mundo antes de recargarse en el escritorio.

—De hecho no —respondió cruzándose de brazos—. Pero cuando dijeron que habías tomado el camino para acá lo supe.

—¡Oh, que agradable saber que lo sabes todo! —dije con sarcasmo—. Eres el señor todopoderoso.

—En efecto. —Se burló—. Soy omnipotente, ya deberías saberlo.

—¿Y qué te da derecho a meterte en mi vida? —dije a punto de saltarle a la yugular—. ¿Te hace sentir bien verme enferma de rabia? ¿Te sientes mejor ahora de causarme un problema?

No dijo nada, me observó serio como si meditara lo que yo decía.

—Nunca he querido hacerte daño —dijo como si fuera real—. Si lo dices por lo de las acciones te reitero que no me interesa el negocio de la moda, por eso he retirado la inversión.

—¿Entonces por qué compraste a los socios? —pregunté con los dientes apretados—. Te voy a decir por qué. Lo has hecho porque te enerva que alguien no dependa de ti, te pudre que yo no te necesite, te revienta que pueda ser independiente. ¡Admite que te molesta verme crecer. Has logrado lo que querías, no voy a estar de modelo, no voy a trabajar junto a Román pero devuelve las acciones que si hundes en deudas a mi hermano no voy a perdonártelo jamás!

Amor de habitación (Serie Amores 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora