Capítulo 30

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Los días siguientes habían pasado con toda la normalidad con la que podíamos estar, no había peleas y yo evitaba todo lo posible el tema de Jon, trataba de concentrarme en cualquier cosa que no fuera él porque si lo hacía terminaba retrocediendo c...

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Los días siguientes habían pasado con toda la normalidad con la que podíamos estar, no había peleas y yo evitaba todo lo posible el tema de Jon, trataba de concentrarme en cualquier cosa que no fuera él porque si lo hacía terminaba retrocediendo cinco pasos contra dos que avanzaba. 
 
     El hombre que tenía a mi lado era sin duda lo que muchas quisieran, amable, seductor, bueno, millonario y sobre todo era un hombre paciente y cariñoso que desde que habíamos vuelto no me había permitido escapar y se paseaba por todos lados llevándome de la mano y dejando que la prensa hablara lo que quisiera y hasta hace poco lo había fortalecido permitiendo que apareciéramos en el periódico, hablando, riendo o besándonos.

    Mucho se especulaba sobre la relación y el futuro de esta. Había gente en pro de la relación y gente que aseguraban era alguna estrategia política  para lanzarlo a él. Leíamos y solíamos reír de cada teoría; sin embargo, no acostumbrábamos a dar declaraciones ni ha fomentar rumores y aunque se decía muchísimo sobre nosotros, la realidad era otra y muy diferente a cada escenario imaginado en los medios de comunicación.

   De mí se decía que había madurado y por fin sentado cabeza y de él se decía que se  creía que jamás sería cazado. Como fuera llevábamos juntos algún tiempo y ahora que las cosas se hacían publicas parecía que todo empezaba a tomar su lugar. Discutíamos sí, todo el tiempo y eso empezaba a creer que no cambiaría nunca, no solo porque éramos tan parecidos sino porque también secretamente nos divertíamos dándonos batalla.

   A su vez Fredek  parecía un poco aislado, siempre daba la sensación de estar buscando algo y cada que le preguntaba decía que cuando lo tuviera todo listo me lo diría pero que por ahora estaba vetado para mí. Pedía confianza en algo que desconocía.

   A veces me hacía pensar que era alguna sorpresa de su parte pero otras veces me hacía pensar que era algo malo, sobre todo cuando tenía el entrecejo fruncido y parecía respirar con dificultad por ratos.

    Su jefe de seguridad llegaba a cada rato a su casa y dejaba información que él rápidamente se encargaba de poner bajo llave y a veces hablaba por teléfono en ruso, un idioma que evidentemente yo no dominaba y cuando le preguntaba solía contestarme con más palabras rusas que solo me ponían de mal humor.

En cuanto a Angeline mantenía la versión de que eran amigos y yo me esforzaba por creerle, sobre todo porque a pesar de que le había dado un trabajo y dejado que viviera en su departamento él solía decir que estaba ayudándola y solo tenía intereses amistosos. Ella llegaba a veces a su casa con alguna documentación que Fredek por supuesto se apresuraba a esconder y a pesar de que ella me caía muy mal tenía que admitir que ya no me decía nada y eso me inquietaba aun más. Angeline no era de las mujeres que solían renunciar solo porque sí, al contrario era de las que peleaban a muerte por lo que querían y no me gustaba nada su indiferencia y silencio actual.

   Los mensajes seguían llegando pero trataba de hacer caso omiso y seguía sin decirle nada para no alterarlo todo y para que no me pusiera en un estado de prisionera o rodeada de custodios. Temía al claustro además de que creía que quien quiera que fuera solo pretendía darme un susto desde que no se había atrevido a acercarse. Era evidente que no era Robert como había pensado al principio pero tampoco me venía nadie a la mente, ni siquiera los hombres que antes habían formado parte de mi vida porque la verdad fuera dicha desde que se había hecho pública mi relación con él ninguno de mis anteriores amantes había vuelto a buscarme.

Amor de habitación (Serie Amores 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora