17 - Incrédula

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#Minimaratón

—Juré que Emilia estaba fingiendo–escuché decir a Ámbar mientras caminábamos en los pasillos del hospital.

—Hubiese sido mil veces preferible que solamente estuviese fingiendo—dije—. Al cielo y no pierda al bebé.

—Criatura que no tiene la culpa de nada—dijo Ámbar—. Emilia se alteró demasiado.

—¡Yo tengo la culpa! No debí dejar a los niños con él sabiendo que ahí estaba ella.

—Emilia también debe entender que Sol y Matías no tienen nada que ver, creó que si a ellos no les molesta que su padre esté con otra y esperando un hijo, mucho menos a ella debería molestarle—dijo—. ¿Dónde esta su madurez? Son niños de seis años, no debió gritar así.

Seguimos caminando, sin mencionar que ambas traemos aún los tacones, en fin. Exactamente cómo estábamos en la fiesta. Los niños quedaron allá, mi madre y tía Sharon cuidarían de Matías, Sol y Alexis.

Después de un rato, logré ver a Simón y Matteo qué estaban ahí sentados. Pero no parecían preocupados.

—¿Cómo está?—preguntamos.

—Bien, solamente fue un ataque de nervios—dijo Simón.

—Solamente—respondió irónico Matteo.

—¿Pero esta mejor?—pregunté.

—Sí, pero tiene que quedar bajo observación las próximas veinticuatro horas.

—¿Puedo pasar a verla?—pregunté.

«¿Enserio había preguntando eso?».

—¿Qué?—Simón exclamó.

—¿Estás segura?—preguntó Ámbar—. Sabes cómo es Emilia, no es conveniente sabiendo que acaba de pasar una crisis nerviosa.

Tenía razón, pero tenía que hablar con ella.

—Si se altera, prometo salirme lo más pronto.

Sabía lo que iba a hacer, creó que cualquiera en el lugar de ella estaría de esa manera. Tenía una larga historia para contarle.

Sin decir nada más, empece a caminar hasta la habitación de Emilia que estaba a unos pasos, era la habitación 347. Y cómo casi nunca, sentí miedo. Solamente con verme ahí podría alterarla.

Respiré antes de abrir la puerta, ahí estaba ella.

El rostro que formó cuando me vió no era nada parecido al de hace un rato. Sí, me veía con odio, pero al grado de querer matarme.

—¿Viniste a burlarte? ¿Viniste a echarme en cara qué Matteo es tuyo?—dijo postrada en la cama.

Negué con la cabeza.

¡¿Por qué diablos no tenía palabras?!

¿Entonces?—preguntó de nuevo—. No eres tan perfecta Luna, algo vas a tener que hará recapacitar a Matteo. No eres el arcángel que todos piensan.

Tenía razón, no soy perfecta. Tampoco intento serlo.

No me preocupaba que dijera eso, se lo que soy, y se que también no sabe nada de mi.

—No soy, ni intento ser perfecta Emilia—digo—. No vengo con el afán de burlarme ni reclamarte nada.

—¡No tienes que reclamarme nada Luna! ¡Yo no te he echo nada!—dice.

Rayos, tenía razón.

—Sabes...—me habló—. Tu eres la única culpable de que yo esté en esta cama, y también de no tener un puto anillo de compromiso en el anular.

1 | Todo lo hice por ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora