19 - Te amo

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—¡Abuelo!—grité—. ¡No nos estamos casando! Eso no pasará.

—¡Así dijo tu madre la primera vez que Bernie vino a cenar!—el sonrió—. ¡Y mírate! Ya hasta son abuelos.

Sentía mi cara arder por completo.

—Y ahora es mucho más probable porqué ustedes ya tienen a dos niños—dijo mi mamá,

Yo quería desaparecer.

Matteo mientras tenía una sonrisa estúpida en el rostro.

La conversación cambió y la cena transcurrió de lo más normal. Incluso no me sentí incómoda por la presencia de Matteo.

Creó que si todos actuáramos con normalidad al ver o estar con a alguien que formo parte de ti, todo sería mejor. Menos odio, menos rencores, menos todo.

Pero no, todos demasiado sentidos y tirando mierda uno del otro.

Forzaba mis piernas para lograr llegar al segundo piso, lo sentí una eternidad. Camine unos cuantos pasos hasta mi habitación, abrí la puerta y entré, la cerré y procedí a quitarme la ropa para darme una ducha, tomé la toalla y entre al baño. El agua caliente era todo un poema, no quería salir de ahí pero tenía que ver a mis hijos si ya estaban durmiendo. Así que salí de ahí, me acomodé la bata de dormir, me desenrede el cabello y me puse la bata encima de la bata, esa de tela que brilla cómo aluminio larga con dos cintas para atarla a la cintura. Me puse las pantuflas y salí de ahí.

Camine hasta la habitación de los gemelos y lo primero que vi fue que Matías no estaba en su cama, tampoco Sol. Me adentré más y logre ver que habían puesto un tendal cerca de la televisión, mi Alexito estaba ahí.

La televisión estaba encendida, pero ellos ya estaban apagados.

Se veía tan calientito ese tendal que moría por acostarme allí. Me acerqué a apagar esta y lo ví.

Sol estaba entre los dos, Matías le daba la espalda pues el siempre duerme abrazando una almohada, y Sol estaba un poco girada al lado de Alex, y tenían sus manos entrelazadas junto a la de él.

«Qué escena tan más linda» pensé.

¡Por fin hermandad!

Rodé los ojos cuando ví los platos sucios por la pizza que poco antes habían comido, los tome y casi maldiciendo apagué la luz y salí de ahí dirigiéndome a la cocina, no había nadie. Todos estaban dormidos, y no era muy tarde.

11:48 p.m. No es tarde, ¡para nada!

Estaba por subir nuevamente los escalones, cuándo escuché un ruido proveniente del jardín.

«Mierda, un ladrón» imagine.

Pero cómo siempre dijeron que la duda mató al gato, tal vez la duda me mate a mi también.

Me asomé a la ventana, pero no había rastro de nadie ni de nada. Caminé hasta la puerta y la abrí lentamente.

Todo era emocionante, y demasiado suspenso hasta que ví a Matteo en el jardín.

¡Maldito ladrón! Me robó el corazón,

«Que estúpido se escuchó eso Luna».

—¿Que haces acá?—pregunté acercándome a él.

Diablos, acá afuera hacía frío.

—Pensé que ya estabas en tu casa—dije.

El negó y devolvió el cigarrillo a la bolsa de su pantalón.

Decepción.

—No—dijo—. Simón me ofreció quedarme acá, ya vez que estaría solo en el hotel—el apretó los labios—. Esperó y no te moleste.

—No, claro que no—dije—. Pero, ¿qué haces acá afuera?

—¿Te han dicho alguna vez que siempre quieres saber todo?—dijo con una sonrisa.

«Oh, mierda. Tenía razón».

—Olvida lo que te pregunté—dije avergonzada.

—Ey, solo bromeaba—dijo.

«Ah, mira. Tantísimo sarcasmo».

—Ah—dije—. ¡Qué gracioso Matteito!

El se sentó en una de las bancas y me llamó con la mano indicando que me quería cerca. Rodé los ojos y muy obediente; fuí.

—Puedo saber algo—dijo, yo asentí—. ¿Cómo elegiste el nombre de los niños?

Yo sonreí y lo ví, ¿no era más que obvio?

—Bueno—dije—. Sol, se llama así porqué sabes a la perfección mi pasado. Mi verdadero nombre siempre fue Sol Benson, y después de trece años todos llamándome Luna, no me acostumbraría a llamarme Sol—explique—. Entonces decidí que mi hija se llamaría Sol, creó que es un hermoso nombre para dejarlo ir—sonreí.

El también lo hizo.

—Pienso totalmente lo mismo—dijo—. ¿Y Matt?

Esté es idiota o se hace.

MATteo; MATías.

—Te vas a reír—dije—. Ya captaste un poco que Matías se familiariza con Matteo ¿cierto?—pregunté.

—Cierto.

—Bueno, siempre supe que un día ustedes se conocerían pero mientras eso pasaba, quería que él tuviese algo que lo acercara a tí, así fuese algo tan ridículo cómo un nombre.

El sonrió.

—Lo sabía—dijo.

—¿Entonces por qué preguntas?—dije.

—Quería escucharlo de tu boca—sonrió.

Yo desvié la mirada, observé la mansión, y cuándo nuevamente giré a Matteo.

Él tomó mi mejilla y me jaló hasta esos labios que tanto me encantaban, no lo detuve, al contrario, lo estaba disfrutando tanto.

Sus labios suaves, su tacto me estremecía. Cuando su lengua se apoderó de mis labios no pensaba en nada más que solamente este momento, me encantaría que fuese eterno.

Mi sistema se enloqueció cuando con sus suaves manos empezó a acariciar mi pierna. Mordí su labio en ese instante.

Me puse de píe sin dejar de besar a Matteo, él tomó mi cintura y el beso cada vez era más apasionado.

—Te amo Luna, te amo—susurró.

—Yo también te amo—dije y volví a besarlo.

Decidida me separé de él observando sus ojos, jale su mano y entramos a la mansión. Ahí el volvió a besarme, y casi sin dejar de besarnos subimos los escalones, entramos a mi habitación, cerramos la puerta y yo me pegue a esta y el me levantó de las piernas y empezó a besar mi cuello.

Cordura, cordura necesitaba ahorita.

Cordura o ya sé que pasaría.

Que estaba por pasar.


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¿Hot Lutteo?

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