«Amores de una sola noche»

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Llegaba de nuevo la semana, y yo no podía estar más emocionado, la chica de la azotea había causado en mí una extraña inquietud. No podía esperar para verla de nuevo, aunque, no sabía cómo exactamente lo haría.

En cierto momento de la madrugada había despertado en la azotea solo, habíamos platicado tanto hasta que de alguna manera u otra nos había ganado el sueño. Ella había aprovechado la situación para regresar a su casa. Por supuesto, al momento de retomar mi consciencia lo que más me había preocupado es que se hubiera retirado del lugar para retomar su muerte, pero como no podía hacer nada, decidí irme a dormir a mi hogar unas pocas horas. La culpabilidad y la preocupación tomaron mi corazón por completo.

Me dirigí a la escuela, como todos los lunes. Tomé el metro la mayor parte del trayecto, y luego, al bajar, caminé hacia la escuela; indiferente hacia todo, hacia todos.

—¡Eh, Martín! ¿A que no adivinas lo qué pasó en la fiesta de ayer? Conseguí el número de una de las de ballet —llegó corriendo Miguel saludándome muy emocionado.

—¿Eh? —Yo estaba muy lejos, dentro de mis pensamientos.

—¿Qué te pasa? Te veo muy distraído —me miraba pensativo— ¿A quién buscas?

—Te tengo que contar algo—le dije, mientras lo jalaba hacia un lado del pasillo. Procedí a contarle toda la historia de cómo conocí a Abril después del concierto.

—No creo que sea posible que la vuelvas a ver, si es que ella no estudia aquí—presagió.

—Es lo que me preocupa, la tengo que ver de nuevo, sea como sea.

—Bueno, muy bonita historia y todo, pero ya nos tenemos que ir. ¡Qué vamos a llegar tarde!

Las clases continuaban, el día corría, pero había una cosa en la que pensaba, y no me dejaba concentrarme en nada más: esos ojos negros llenos de tanto dolor y desesperación.

Llegó nuestra hora libre, Miguel y yo decidimos ir a comer algo en lo que las clases volvían a empezar. Normalmente, cuando no tenía un amigo, me quedaba en la escuela comiendo en los pasillos hasta que empezara la siguiente clase, pero ahora, Miguel me obligaba a ir a comer fuera de la escuela. «Es por sanidad mental» decía él.

La vida universitaria es horrible y estresante.

Caminábamos a la salida cuando la vi. Todo el mundo a mí alrededor se paró por un segundo que me pareció una eternidad. No podía creer que, por una vez en mi vida, algo de buena suerte cayera sobre mí. Estaba sentada en las escaleras fumando un cigarro. Mi corazón se detuvo y mi respiración se hizo más rápida. Ahora que la tenía de nuevo de frente, no sabía qué demonios hacer para saludarla de nuevo.

Aunque se veía mucho menos arreglada que la noche anterior, me seguía pareciendo la chica más linda que había visto en mi jodida vida.

Opté por la solución más fácil, simplemente llegaría casual a saludarla.

—Hola Abril ¿Cómo te encuentras? —pregunté mientras le tocaba su hombro para que volteara.

—Hola, Martín—me saludó con una sonrisa triste.

—¿Qué haces? —pregunté con la esperanza de mantener una conversación.

—Estoy escribiendo, o al menos eso intento—movió su cuaderno en círculos.

—¿De qué trata la historia? —quería saber de verdad, otra de mis tantas pasiones en la vida a parte de la música, eran los libros.

—Es una novela romántica... más o menos, tiene de todo.

El viento que trajo AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora