«No más secretos»

1.2K 172 19
                                    

Desperté cansado, había tenido de nuevo uno de esos sueños extraños. Por un momento, me extrañé al encontrarme en el suelo de mi habitación, pero entonces recordé. Había buscado a Abril y ella había estado en peligro. Me senté y miré hacia mi cama, buscándola, pero no la encontré. Las cobijas estaban destendidas, pero no había rastro de ella.

Preocupado, me levanté y salí a buscarla. Apenas puse un pie fuera de mi habitación cuando la escuché, estaba riendo. Regresé a mi recámara, me peiné y bajé a la cocina.

Mi padre estaba conversando con Abril mientras le cocinaba. Lucían tan cómodos en la presencia del otro que me pareció grosero entrar a la habitación.

—Entonces estás escribiendo un libro —meditó mi padre.

—Llevo haciéndolo desde hace años. Lo que resulta al terminar, nunca me convence,

—Sí, el pero enemigo de un artista es uno mismo.

—¿Llevan mucho tiempo despiertos? —interrumpí la conversación y me senté.

—Me levanté temprano —contó mientras sazonaba los huevos revueltos que cocinaba—. Abril se debe debe de haber aburrido de que no despertabas y bajó —abrió las repisas de la cocina y sacó tres platos—. ¡Es una chica muy terca! ¿Puedes creer que insistía en ayudarme teniendo así su mano? Por supuesto que no la dejé y terminamos platicando sobre libros.

—Lo siento, es que me siento incómoda tenerlos haciéndome todo —explicó apenada.

—¡Nada de sentirte apenada, niña! —sirvió los platos—. Deja que te cuidemos, esta es tu casa y estás en confianza.

Abril estuvo a punto de echarse a llorar, pero la caída de sus lágrimas fue interrumpida por el sonido de sus tripas gruñendo. Me reí de ella y me miró enojada, lo que me hizo reír más.

Nunca imaginé que la misma semana en la que creí no volver a ver a Abril, estaría junto a ella y mi padre compartiendo un desayuno. Verla ahí, a un lado de mí, solo existiendo, me llenaba el corazón.

Mi padre se levantó primero de la mesa, subió a su habitación para arreglarse, y al bajar, se despidió para partir a su trabajo.

—Necesito hablar un momento contigo, Martín. ¿Puedes acompañarme al auto? —me pidió mientras salía.

Seguí a mi papá hasta su auto, afuera, frente a la casa.

—Martín, ¿me puedes explicar por qué desobedeciste las órdenes que te di ayer en la noche? —me reprochó muy serio.

Suspiré y dejé caer mis hombros.

—No podía dejarla sola.

Me miró, sus ojos me comunicaban tranquilidad y comprensión.

—Me tengo que ir —miró su reloj—. No la dejes que haga nada y asegúrate que descanse. Si necesitan algo, llámame —comenzó a entrar en el auto, pero se detuvo—. Me agrada. 

Sonreí.

—Apóyala, te necesita.

Subió a su auto y se fue. Me quedé afuera hasta que lo perdí de vista.

Al entrar de nuevo a casa, encontré a Abril en la cocina, seguía tomando café y comiendo pan. Me senté junto a ella y la acompañé.

—Estaba pensando en ir esta tarde a la casa por las cosas que dejé allá, ¿qué te parece? —me propuso, su boca estaba llena de migajas—. ¿De verdad podré quedarme aquí?

—Sí, será un placer para nosotros tenerte aquí.

—Intenté despertarte —se sacudió la ropa—, te hablé e incluso te soplé en las orejas, pero tienes el sueño muy pesado.

Me sonrojé al imaginarla.

—¿Cómo te sientes? —pregunté sabiendo todo lo que implicaba retomar lo que había pasado el día anterior.

—Asqueada, adolorida, humillada —agachó la cabeza—. Me siento como una estúpida por todo el tiempo que desperdicie con él.

—No digas eso, no te culpes por todo. Fueron una serie de factores los que te llevaron ahí. Lo importante es que ahora estás a salvo, hay que concentrarnos en tu recuperación.

Asintió.

—Muchas gracias por todo, jamás lo olvidaré.

—Quiero estar para ti, Abril.

En su rostro, apenas se dibujó una sonrisa.

—Apenas me conoces, ¿por qué te importo tanto?

—No lo sé, lo decidí aquella vez que te vi entre el publico mientras cantaba. Sentí que nuestras vidas estarían destinadas a encontrarse y mi corazón fue tuyo.

—Hay cosas que no sabes de mí... —rechistó.

—Ponme a prueba.

 —No lo sé, Martín. La idea que tienes de mí desaparecerá una vez que termine de hablar.

—De nuevo, ponme a prueba. 

—¿Seguirías conmigo después de escucharla, sin importar qué? —me cuestionó.

—Contigo, caminaría hasta el mismo infierno.

Y fue entonces que, en esa cocina desordenada hice algo que nunca había hecho con alguien más, algo tan íntimo que no pensé hacerlo jamás: abrí mi corazón para escuchar. Conocería su pasado, las partes turbias y las tristes. Entendería de una vez por todas quien era esa mujer que me había robado el aliento y jamás me lo había regresado.

—¿Por dónde empiezo? 

—Háblame de tu infancia, de aquella casa en donde disfrutabas tanto pasar tiempo con tu padre.

—Háblame de tu infancia, de aquella casa en donde disfrutabas tanto pasar tiempo con tu padre

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Créditos por el banner a GlowSpeech. 

El viento que trajo AbrilWhere stories live. Discover now