«Pérdida»

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Después de descansar del impacto que causó nuestra presentación en aquel festival, regresamos a girar por el país, pero esta vez las cosas habían mejorado, habíamos pasado de tocar en pequeños bares a llenar teatros y recintos más grandes y cómodos.

Aquella noche habíamos terminado de tocar y regresábamos al hotel. Una vez instalados, los tres nos reunimos en mi habitación para cenar. Miguel llegó con un par de botellas y comenzamos a beber.

—Sigo sin creerlo —bufó Miguel después de darle un trago a su bebida.

—¿Qué cosa? —contestamos Gabriel y yo al mismo tiempo.

Gabriel puso música en una pequeña bocina.

—Lo que hemos estado viviendo, desde que estuvimos ensayando para grabar, el inicio de la gira, la presentación en el festival y lo que todavía falta. Es un verdadero sueño el estar viviendo esto con ustedes, par de idiotas.

Brindamos por eso.

—Me enteré que muchos de los idiotas presumidos que hablaban mal de mí por no haber estudiado en una escuela de música vieron nuestra presentación. ¡Qué satisfacción siento el imaginar sus caras de envidia! —dijo Gabriel.

—Creo que me voy a casar —pronunció Miguel con la vista perdida en algún lugar de la nada.

Gabriel y yo lo miramos confundidos.

—¿Con quién? —preguntó Gabriel.

—¿De qué mierda hablas? —dije.

Miguel se levantó de su silla.

—¿Recuerdan a Vanesa?

—¿La que conociste hace una semana? —cuestionó Gabriel.

—Si, ella.

—¿Eres una princesa de Disney? ¡La acabas de conocer! —expresé.

Pero antes de seguir en nuestra conversación intrascendente, recibí la habitual llamada nocturna de Abril. De inmediato, los dejé solos y salí a la terraza para poder hablar a solas.

Contesté.

—Estaba esperando tu llamada —dije.

—Apenas Alba se durmió.

—¿Cómo estás?

—Bien.

—¿Pasa algo? Te escucho extraña.

—Me he sentido un poco mal, pero debe de ser por lo del embarazo.

—¿Tienes muchas nauseas?

—No es eso.

—¿Ya le dijiste a tu hermana o a las niñas?

—No, todavía no se me nota.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—No sé... quiero estar segura.

—¿Qué sientes? Me preocupas.

—Me siento muy cansada, sin ganas de nada, ni de comer.

—No quiero que pases por todo eso sola, puedo decirle a Miguel que me reemplace por un tiempo hasta que te sientas mejor.

—No se te ocurra, Martín. Estoy bien, puedo arreglármelas, además, Alicia me ha estado ayudando mucho.

—¿Segura?

—Segura.

—Prométeme que iras mañana al doctor a que te haga una revisión.

—Lo haré.

—¿Cómo está Alicia?

—Se mata estudiando para el examen de admisión para el conservatorio de música.

—Estoy seguro que lo logrará.

—Yo también —se escucharon murmullos del otro lado de la línea—. Me tengo que ir. Te amo.

—Yo más.

Colgó el teléfono.

Todavía preocupado regresé a la habitación, mis compañeros de banda ya se habían ido. Apagué la luz y me acosté en la cama, cerré los ojos y pensé en Abril hasta que me quedé dormido.

—¡Martín! —me movían para que despertara.

—¿Qué mierda quieres? —pregunté molesto.

—Son las cinco de la tarde, tenemos que irnos. Ya casi es hora de que tengamos la otra presentación, ¡despierta!

Me levanté rápido, me cambié de ropa y me cepillé los dientes. Hice todo en tiempo récord. En menos de diez minutos, ya estábamos en la camioneta de la gira y listos para llegar al teatro para la presentación del día.

Entramos por la parte trasera del teatro y pasamos directo al escenario para hacer pruebas de sonido. Afiné y probé el sonido de mi guitarra, en solitario y en conjunto. No tardamos mucho en dejar todo listo para la presentación.

Regresamos al camerino. Todavía faltaba un par de horas para que diera inicio el concierto, pero a nosotros nos gustaba verificar que cada una de las cosas de la presentación estuviera en perfectas condiciones.

Mientras comía del cáterin recibí una llamada de Alicia. Dejé todo y le contesté de inmediato. Algo me olía mal, ella jamás me llamaba a esta hora.

—¿Qué pasó, hija? — contesté.

—Mamá está en el hospital.

—¡¿Qué?! —grité sin querer—. ¿Qué pasó?

—Tuvo dolores en el vientre y una hemorragia.

Mi corazón se detuvo.

—¿Abril está bien?

—Está estable, pero... está destrozada.

—Mándame la dirección del hospital, voy para allá ahora mismo.

Colgué.

Me acerqué a mis compañeros, los dos estaban platicando mientras comían.

—No voy a tocar —anuncié.

—¡¿Qué?! —Miguel se levantó furioso—. No puedes hacerme esto.

—Tengo que irme, Abril está en el hospital.

—No podemos cancelar este concierto, Martín. ¡Hay un contrato! —Miguel siguió gritando.

—No hay nada que me importe más que ella.

—¡No me arruines esto!

Gabriel se levantó y jaló a Miguel.

—Tiene que irse —explicó calmado—, creo que puedo conseguir un reemplazo antes de que inicie el concierto.

Miguel lo vio.

—Gracias Gabriel —dije.

—Vete —asintió.

Salí corriendo de ahí y tomé un taxi al aeropuerto. Compré el vuelo más próximo y después de mucho papeleo, desesperante espera, un vuelo incomodo lleno de ansiedad, llegué de nuevo a la ciudad de México.

Entré al hospital y busqué a Abril. De nuevo iba a hacer malos recuerdos a ese lugar.

El viento que trajo AbrilNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ