«Una decisión muy importante»

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Abril no dejó de llorar mientras escuchaba la historia de Alicia. Ella, al igual que yo, no podíamos creer lo dura y cruel que había sido la vida con esta niña.

—Entonces, ¿qué hacías a la mitad de la carretera? —le pregunté a Alicia.

—Escuchaba hablar a las estrellas —explicó sonriendo.

—¿Qué? —pregunté confundido.

—Eran voces hermosas, me pedían que me fuera con ellas...

Abril corrió de la cocina para que Alicia no la viera soltarse a llorar todavía más.

Al terminar de contarnos su historia, la niña nos pidió dejarla tomarse una ducha. Abril la acompañó hasta el baño, mientras que yo y mi padre buscamos ropa vieja mía que le quedara.

No podía quitarme un nudo en la garganta, no podía dejar de pensar en lo triste que me parecía escuchar hablar a una niña con tal desesperanza.

—Esto es muy grave... —expresó mi padre

—¿Qué podemos hacer? —pregunté contrariado.

Rebuscaba en una caja por pantalones y camisas.

—No podemos dejarla aquí con nosotros. Si la policía se entera, nos juzgarán por secuestro y se la llevaran de nuevo al orfanato de donde se escapó —explicó compungido.

—No la podemos dejar en la calle de nuevo. Ya pensaremos en algo.

Encontré una camisa, un pantalón y un par de tenis casi nuevos. Caminé hasta el baño. Toqué la puerta. Abril estaba dentro con Alicia.

—¿Todo está bien? —pregunté.

Abril abrió la puerta y se asomó. Su cabello estaba pegado a su rostro por la humedad dentro.

—Sí, en un momento salimos —recibió la ropa.

—Voy a bañar a Catrina.

Bajé a la sala de estar y tomé a Catrina entre mis brazos. Fui al patio trasero y la tallé con agua y jabón. Catrina se dejó bañar sin molestarse y no tardamos más de diez minutos.

—Todo va a estar bien, pequeña —le hablé a Catrina—. Vamos a cuidar de ti y de Alicia de ahora en adelante. No las dejaremos en la calle de nuevo.

Después de secarla, la llevé conmigo a mi cuarto.

Mientras esperaba, tomé mi guitarra y comencé a tocar mientras pensaba en las opciones que tenía para actuar ahora.

Minutos después, Abril y Alicia entraron.

—¡Listo! —anunció Abril, interrumpiendo mis pensamientos.

Alicia se había recogido el cabello en una coleta y usaba la ropa que le había dado. Catrina corrió con ella apenas entró en el cuarto.

Me daba rabia pensar en tenerla que dejar vagar en las calles de nuevo o regresarla a las manos del orfanato.

—¿Tú estabas haciendo esa música? —preguntó curiosa y se sentó en la cama.

—¿Quieres escuchar? —ofrecí.

—Sí, por favor —sus ojos brillaron.

Toqué un par de arpegios y acordes con una melodía dulce. No dejaba de observar mis manos y la guitarra con la boca abierta.

—¿Cómo lo haces? —preguntó asombrada.

—Con mucha práctica.

—Alicia, deberías descansar, has pasado por mucho y necesitas dormir un poco —sugirió Abril y acomodó la cama.

El viento que trajo AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora