«Ayúdame a vivir»

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Extrañaba a Abril. Apenas habían pasado dos meses desde que se había mudado, pero no había ni un solo día en el que no extrañara verla después de la escuela o comer con ella después de trabajar. No nos podíamos ver tanto antes, aunque su nueva casa no estaba tan lejos de la mía. Ella estaba concentrada en terminar de escribir y yo también tenía muchas cosas que hacer.

Esa noche, mientras tomaba la última clase del día, me costaba la vida mantener los ojos abiertos, y aunque intentaba hacer mis notas, solo conseguía escribir rayones sin sentido.

—Oye —Miguel me sacudió—, no te duermas...

Me rasqué los ojos, me volví a acomodar y me estiré.

—Ya me quiero ir... —gruñí.

Un par de minutos después, gracias a Dios, acabó la clase y salí corriendo del salón.

Mientras caminaba a la salida, mi teléfono recibió una llamada. Contesté.

—¿Ya terminaron tus clases? —preguntó Abril.

—Sí, por fin... Esta semana no he dormido bien y me costó mucho poner atención.

—¿Crees que nos podamos ver ahorita?

—¿Nos vemos en tu casa?

—No, ahorita. Estoy en frente a tu carro, te estoy esperando.

Comencé a caminar más aprisa.

—¿Estás esperándome ahí con el frío que hace? ¡Ya voy para allá!

Rio.

—Apúrate, te tengo una sorpresa.

Salí del edificio y caminé hacia mi auto. De inmediato comencé a titiritar por el frío, me regañé internamente por no haber llevado un suéter.

Encontré a Abril recargada en el auto, a comparación de mí, usaba ropa abrigada. Estaba fumando.

—¿Por qué no me avisaste antes? Hubiera salido a darte las llaves del carro para que no estuvieras congelándote —la abracé con fuerza y la besé.

—Quería darte una sorpresa.

Abrí las puertas del auto y entramos.

—Justo estaba pensando en ti antes de que me llamaras. Te he extrañado mucho.

—Perdona que te he estado dando tantas excusas para vernos, de verdad he estado ocupada.

—Sí he querido ir corriendo contigo, pero quiero darte tu espacio.

Sonrió.

—Lo sé. Gracias —se inclinó y me dio un beso.

—¿Cuál era la sorpresa que me querías mostrar? Me tienes en suspenso.

Sonrió emocionada y de su bolsa de mano sacó un libro envuelto en papel de regalo. Lo miré impresionado.

—¿Es lo que creo que es? —pregunté.

Asintió sonriendo y le quité la envoltura. El libro se llamaba "Lo perdido", escrito por Abril Romero.

—¿Lo van a publicar? —me quedé boquiabierto.

Afirmó sonriendo de oreja a oreja. La abracé.

—¡Felicidades, linda! Estoy muy orgulloso de ti.

—Espera —se separó de mí—, todavía tienes que leer la primera página.

Abrí el libro y pasé la hoja. En la página de dedicatorias decía así:

«Para Martín, quien se convirtió en mi hogar».

El viento que trajo AbrilUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum