«No hay nada qué decidir»

448 72 7
                                    

—Va a llover —expresó Abril mientras miraba por la ventana.

Aquel horrible tiempo no me dejaba distinguir si es que estaba amaneciendo o si el sol estaba a punto de irse.

Abril se acercó a la cama de nuevo. Su hermoso cabello azabache desordenado se extendía alrededor de sus hombros desnudos, el cansancio se le escurría por las ojeras. La amaba, lo hacía más que nunca, ahora en su madurez, conociendo sus manías y malos hábitos, me resultaba imposible dejar de hacerlo. Me preocupaba al grado que quemaba mi alma.

Alzó las sábanas y se deslizó dentro. Acercó su cuerpo al mío. La abracé. Estaba fría, así que la quise calentar con mi contacto.

—Me gustaría que fueras sincera conmigo —por fin hablé.

—¿Sobre qué?

Comencé a acariciar su cabello, lo cepillaba con los dedos.

—Tengo que tomar una decisión, no, más bien, ya la tomé, pero quiero que me digas tu opinión.

—Me estás asustando, ¿qué pasa? —se sentó y recargó su espalda en la cabecera de la cama.

—No es nada de qué preocuparse.

Colocó sus brazos alrededor de sus pechos, tomó un cigarrillo del buró y lo encendió.

—Dejé la banda —dejé salir.

—¡¿Qué?! —tomó mi brazo—. ¡No puedes! ¡Es tu sueño!

—Mi familia me necesita, Abril, y jamás me permitiría no estar con ustedes cuando más me necesitan.

—No... ¡Yo no quería esto! —apagó el cigarro—. Sé todo lo que te ha costado... y después de haber llegado tan lejos, no puedes dejarlo...

—Escúchame —acerqué su rostro al mío—. Estaré aquí con ustedes. Necesitamos sanar. Te amo, tú eres más importante que cualquier sueño.

—No... yo sé lo mucho que amas la música. ¡No puedes!

—Tienes razón, amo a la música, pero tú eres más importante para mí —besé su frente—. No te preocupes, después encontraré una nueva forma de que mi guitarra se vuelva a escuchar.

Me abrazó con fuerza.

—Gracias...

—Sabes que estaré para ti cuando me necesites.

Entonces, el timbre de la casa sonó, interrumpiendo el momento.

—¿Esperabas a alguien? —me preguntó.

—Sí, pero más tarde. Llegaron muy temprano.

—Hay que vestirnos y bajar a abrir.

Me cambié y peiné lo más rápido que pude y bajé. Mis invitados ya se encontraban en la sala de estar, Alicia los había recibido.

—Me dijo Miguel que eres muy buena con la guitarra. ¿Por qué no vienes alguna vez a tocar con nosotros algún día? —Gabriel platicaba con Alicia.

—¿En serio? —se removió emocionada.

—Llegaron temprano —interrumpí la conversación.

—Quería terminar esto cuanto antes —Miguel se levantó y me saludó de mala gana.

Mónica estaba ahí, sentada en la sala de mi casa, sin quitarme la vista de encima. La saludé desde lejos.

—Ven —le dije a Miguel.

Me siguió hasta la cocina, en donde no podían escucharnos.

—¿Qué mierda te pasa? —comencé a reclamar con enojo.

El viento que trajo AbrilWhere stories live. Discover now