«Venganza»

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—¡No puede ser posible! —exclamé en voz alta, despertando a Abril.

—¿Qué pasa? —preguntó preocupada mientras se tallaba los ojos.

—Está bloqueada la carretera. Se desgajó el cerro.

—¡No puede ser! Justo cuando íbamos a salir de ese maldito pueblo.

Golpeé el volante en señal de enojo y desesperación.

—¿Qué hacemos? —me preguntó.

—Voy a hablar con los bomberos. ¿Puedes llamar a mi papá para avisarle, por favor?

Asintió.

Bajé del auto y me acerqué al equipo de bomberos.

—¡Mierda, qué desastre! —escuché quejarse a uno de ellos.

—¡Buenas noches! —me paré a su lado—. ¿Tardarán mucho en volver a abrir la carretera?

—Buenas noches. Tal vez hasta mañana en la noche, hay que esperar a que lleguen con el equipo necesario para ayudarnos.

—Entonces tendré que regresar al pueblo... —comenté en voz baja.

—¿De dónde vienen? —preguntó mirando el auto.

—De la capital.

—Es mejor que encuentren un hotel en dónde quedarse, esto no se va a resolver rápido.

—Sí, supongo que no me quedará de otra. ¡Gracias!

Regresé con Abril. Suspiré con pesar.

—¿Qué es lo que te dijeron? —preguntó.

—Van a tardar, tendremos que regresar al pueblo.

—Ni modo, vámonos.

Di vuelta y regresamos al pueblo, esta vez para buscar un hotel en donde pasar la noche.

—Deberíamos buscar cerca del centro, supongo que ahí es donde deben de haber más —comentó Abril.

—Buena idea.

Siguiendo su consejo, encontramos un lugar enseguida. Metí el auto al estacionamiento y bajamos para registrarnos dentro de la recepción.

Una mujer joven nos recibió. Pagamos y en seguida obtuvimos una habitación. Sin mucha cháchara, subimos por el ascensor para buscar nuestro cuarto.

Al entrar a la habitación, me dejé caer sobre la cama.

—Qué día, ¿verdad? —Abril se quitó su chamarra y se acostó a mi lado.

El cuarto no era lujoso, pero sí acogedor.

—¿Qué día? ¡Qué año!

Volteó su cuerpo hacía el mío.

—Jamás me imaginé siendo tan feliz como soy ahora. No me arrepiento de nada —sonrió.

—Quiero hacer esto bien... —recargué mi cabeza en su pecho—. Ser un buen padre para ella.

Acarició mi cabello.

—Creo que lo serás.

—Cuando estábamos allá en el orfanato, no podía dejar de tener una desagradable sensación en el estómago.

—Es un lugar deprimente, y después de saber todo lo que pasa allá adentro, yo también me fui de ahí con nauseas.

—No era eso —la abracé—. No lo sé, sentí haber estado allí dentro antes...

—No lo sé, creo que quedamos muy afectados por lo que nos contó Alicia.

Me separé de ella y la miré a los ojos.

El viento que trajo AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora