Capítulo XXVII: Me gusta, Dante.

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Siento la mano de alguien jalándome lejos del beso con Caleb. Sé de quién son las manos que cierran en mi muñeca con brusquedad, sintiéndose atacado, y más que nada, herido. Sé que estoy dañando a todo mundo, sé que no merezco que nadie me vea con ojos que no sean más que como amiga. Soy sólo eso. Una amiga. Caleb parece un poco confundido, pero no se esperaba el beso, a pesar de que lo jalé en contra de su voluntad para fundirnos en un incómodo beso.

— ¡¿Cómo te atreves?! —Escucho que exclama Dante, con los ojos llenos de frustración y enojo, casi a reventar de lo rojo que su rostro se puso—. ¡Es mi mejor amigo, y tú eres mi hermana! ¡¿Por qué?!

Su hermana. ¿Ahora me está confundiendo por otra persona?

— ¡Dante, cálmate! —Grita Gina con voz rasposa, como si estuviera enferma.

— ¡Caleb y Verónica son novios! ¡¿Quién lo iba a pensar?! —Grita la chica de coletas, toda eufórica, y todos aplauden, como si fuera divertido todo este espectáculo que armé para no lastimar a nadie.

Más que a Dante.

— ¡Cállate, Eugenia! ¡Sólo dices estupideces! —Le grita Lore, con su voz enronquecida, más harto que enojado, porque creo que se lo esperaba de mí. La decepción en los rostros de mis amigas es tan transparente como el agua. Sólo quiero ser feliz, y olvidarme de Dante, pero al parecer, eso no es posible.

— ¡Te dije que con él no! ¡¿A caso quieres terminar con nuestra amistad, Verónica?! ¡¿Eso es lo que quieres?! —Me grita en el rostro, y yo sólo me quedo en silencio, mordiéndome el interior de mi mejilla, tratando de no sollozar.

—Me gusta, Dante. ¡Caleb me gusta, y tú no puedes venir a gritarme a porque salgo con él! ¡No es de tu incumbencia! ¡¿Me oíste?! —Rompo en exclamaciones, y el nudo en mi garganta se aprieta aún más—. ¡No soy tu jodida hermana, y puedo salir con quien me dé la jodida gana, así que deja de ser tan inmaduro, y déjame partir con mi novio a alguna parte!

— ¡¿Yo soy inmaduro?!

— ¡Eres tan cobarde como recuerdo, Dante!

— ¡Dijo que es su novio, oh por Dios! —Exclama Eugenia, la chica de las coletas en voz baja, y parece contener un grito de alegría. Sólo me dan ganas de golpearla en el rostro por metiche.

— ¡Cállate! —Dante y yo exclamamos al unísono, pero no soltamos nuestras miradas de cada uno.

— ¡Tú cállate ya! ¡No eres ni importante, y sólo dices estupideces que meten en problemas! —Sarah le grita a la chica, con su cambio de humor tan repentino. La chica, Eugenia, se hace un ovillo, mientras trata de no llorar.

— ¡Bien, vete con él! —Dice Dante por fin, viéndome a los ojos, y puedo ver la tormenta que pasa por ellos. Por aquellos ojos mieles que antes eran tan tranquilos—. No eres nadie para mí. —Susurra para que sólo yo escuche.

Jadeo, sintiéndome decepcionada por cómo las cosas resultaron, pero debí haberlo previsto. Dante siempre es predecible. ¿No es así?

No me habla por un año. Se acuesta con mi mejor amiga, que, por cierto, está embarazada. Me dice cosas hirientes. Me besa aún cuando sabe lo que siento. Sale con otra y se acuesta con ella, en mi propia casa. No me deja salir con nadie. No quiere que guste de otra persona.

Así es Dante. Un torbellino lleno de problemas, que trato de deshacerme. Pero no puedo.

—Tú tampoco lo eres ya —desafío en voz baja. Él me ve con dolor, pero pronto cambia su semblante, y dándose la vuelta, agarra a Gina del brazo, llevándosela de ahí.

Desafiando a Dante (Desamores #1)Where stories live. Discover now