Capítulo XXXII: Estamos a mano ahora.

3K 169 5
                                    


Abro la puerta de mi casa, mientras seco el sudor de mi frente que cae gota por gota sin detenerse. He entrenado de más que casi ni puedo sentir mis piernas, y es que me siento frustrada ante todo lo que me está pasando. Tomo un trago largo de mi Gatorade y después, cierro la puerta detrás de mí, poniéndole seguro. Escucho cómo se azota, también el grito muy agudo de alguien que deja caer un aparato al suelo.

Los ojos azules de mi hermanastro menor, están abiertos al máximo, y sus manos alzadas como si pensara que fuera la policía o algo así.

— ¡Santo Infierno! ¡Eres una vieja, y aparte espantas! —Exclama el niño, Sebas, que hace un puchero enojado. Baja las manos, con las mejillas sonrosadas, y me mira mal.

— ¿Tú... gritaste? ¡Pensé que había sido alguien más! —Río internamente. Sebas agarra su aparato electrónico, y me saca la lengua.

—Por lo menos soy joven, y no soy una vieja como tú, vieja loca —vuelve a sacarme la lengua, y se pierde en su Ipad. Ruedo mis ojos, porque, de alguna forma, me he estado acostumbrando a su carácter tan testarudo y contestón—. Por cierto, ve a ver cómo está Caleb, ha estado encerrado en su habitación desde que llegó de la escuela. Vino una compañera a hacer tarea, y unas horas después se fue. Ahora anda depre allá arriba.

—Sí, iré a verlo. Gracias, Sebas —le sonrío cariñosamente, y paso a su lado, sacudiéndole el cabello. De pronto vuelve a gritar—. ¡¿Qué carajos te sucede ahora?!

— ¡Estás sudada! ¡SERGIO! ¡Código 3312! —Grita el niño por la casa. Tapo mis oídos sin entender ni una mierda. Sergio baja corriendo con un bate, sólo en calzoncillos y los ojos rojos como si acabara de despertar.

— ¡¿Qué?! ¡¿Ese el código de secuestrador, ladrón o araña?! —Pregunta desorientado. Sebas se cruza de brazos, dejando su Ipad debajo de su axila, mirando mal a su hermano.

— ¡El código 3312 es para los que me embarran su sudor o me tocan! ¡Te lo he repetido miles de veces, Sergio! —le riñe Sebastián, y después bufa, alejándose de la sala.

Miro a Sergio que se ve un poco harto, y casi a punto de aniquilar a su hermano menor, pero se contiene, bajando el bate, para tirarse en el suelo, y cerrar los ojos, mirando hacia techo con la boca abierta. Frunzo el ceño, y me acerco a su cuerpo, tocándole su costado con mi tenis.

— ¿Sergio? No entiendo ni un carajo —murmuro lo suficientemente alto para que me escuche. Sergio suspira, y abre sus ojos un poco, entrecerrándolos, a penas visualizándome.

—A Sebas no le gusta nada que tenga que ver con el sudor de los demás, sólo soporta (y apenas) el suyo. Después está que no deja que nadie lo toque a menos que seamos muy cercanos a él, tal como mamá, Caleb, papá o yo. Tú todavía no entras. Si él te toca, es porque es necesario. —Luego pone sus ojos en blanco—. ¡No sé, está loco! ¡De pronto quiere que sea su oficial para luchar contra todo!

—Eres un buen hermano, Sergio —sonrío, y él me sonríe de vuelta, sonrojándose un poco, pero logra disimularlo, parándose del suelo, y corre hacia las escaleras, gritando que va a tomar un siesta.

Miro hacia donde se ha ido, y después recuerdo que yo también debo de ir a un cuarto en especial. Tal vez he dicho que la casa no es grande. No si una familia de diez personas viviera en ella, claro está. Mi mamá me dijo que era pequeña, y que las paredes son delgadas. Y sí, las paredes son delgadas, pero la casa es gigantesca ya que sólo somos seis personas, pero es lo suficientemente espaciosa para que quepamos todos.

Muerdo mi labio, e importándome poco, aún con mi Gatorade en mi mano, subo hacia el cuarto de Caleb. Siento un poco de nervios, no puedo mentir, pero lo hago, porque como pareja no podemos simplemente echarlo a perder cuando apenas y empezamos. Me siento tan estúpida, pero Caleb es mi primer novio, y no sé cómo ser el prototipo de la novia perfecta. Nunca lo seré. Lo sé, pero quiero intentarlo, por Caleb.

Desafiando a Dante (Desamores #1)Where stories live. Discover now