Capítulo XXXIX: Abrázame como si nunca fueras a dejarme.

3.1K 153 14
                                    

Sólo quiero meterme en una maldita maleta y subirme en el primer avión fuera de México para no tener que soportar a mi abuela

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Sólo quiero meterme en una maldita maleta y subirme en el primer avión fuera de México para no tener que soportar a mi abuela. Mi queridísima abuela que llegó de Playa del Carmen con seis maletas, apachurradas en el asiento trasero y parte de su cajuela de su pequeño auto rojo, con unos lentes de sol más grandes que su rostro, y un sombrero de espantapájaros. Lo primero que dijo al vernos fue:

—Cada días te pareces más al imbécil de tu padre. Por lo menos estás bonita —y agarró mi rostro, y empezó a buscarme más defectos. Y diablos, sólo quería quitarme su mano, y agradecí que los hermanos Ríos no me hubieran visto, sólo lamenté el hecho de que Sebas estuviera ahí, casi muriéndose de risa. ¿Lo peor? ¡Amó a Sebas y a mí me sigue odiando! Bueno, ¿y quién no amaría a Sebastián? Es un niño precioso, con mente brillante.

Pero, lo peor de todo, no es eso; sino la manera en cómo arrasó con toda la casa, y puso adornos navideños que sólo las abuelas podrían, que tienen como doscientos años guardados. Amo la Navidad, ¿quién no? Digo, hasta que la abuela llega dos meses antes de que siquiera llegara ésta. Mi cara de confusión fue corregida con un coscorrón que me dejó morado en mi frente. ¡Es Día de Muertos! ¡Hasta tenemos un altar haciendo referencias a ello! ¡¿En dónde queda la Navidad aquí?! ¡Sigo sin entender!

Hoy es domingo, y se supone que tengo que acompañar a Sarah a su cita al doctor, y quedan aproximadamente tres horas para ella. La cosa es que no estoy perdiendo tiempo en nada más que en hacer galletas en forma de calaveras y Santas. Me ves con harina en todo mi rostro, con cara de querer matar a alguien porque me levantaron a las cinco de la mañana a lavar ropa, y con un chongo mal hecho lleno de merengue. No pregunten por qué rayos tengo merengue, pero lo hay entre mis mechones.

Mezclo todo para los panqueques que ahora me han mandado a hacer, mientras siento la mirada de mi abuela ninja detrás de mí. Si me muevo tantito para hacer alguna otra cosa, me lanza chanclas, ¡ni yo lo entiendo! ¡Y con Sebas se la pasa ayudándolo y hablándole cariñosamente! ¡Ella tiene favoritismo, eso seguro!

—Bate mejor eso, Verónica, parece que no tienes nada de fuerza en el brazo, debilucha —regaña mi abue detrás de mí, y puedo sentir el desprecio en su voz. Lo bueno es que se va mañana. Aunque tiene la mayor autoridad porque mi madre no está ni tampoco Miguel, están trabajando, y terminarán temprano para comer con ellos, menos conmigo, que me voy con Sarah—. Dios, parece que quieres acariciarlo. Madre Santísima, ¡mezcla como si quisieras golpear o aplastar a alguien que odias! ¡Anda!

Bien, la motivación no está de más, y de hecho sirve cuando la cara de abuela aparece en mi mente siendo mezclada bruscamente en el plato hondo. Hasta hago muecas con una sonrisa malvada. Puedo sentir la sonrisa de la abuela, no sabiendo que estoy pensando en ella.

—Okay, eso está mejor, copia barata de Leonardo. —Aprieto la mandíbula, y justo cuando estoy por azotar el plato, harta de la situación en la que me tiene, el timbre suena insistentemente dos veces.

Desafiando a Dante (Desamores #1)Where stories live. Discover now