Capítulo XXXIII: ¡Dante...digo, Caleb!

3.4K 166 8
                                    

Entro a mi recámara, cerrando la puerta detrás de mí, quitándome mi gorra negra, y mis tenis blancos con rosa para aventarme a la cama. He despejado mi mente corriendo, o traté de hacerlo. Estoy muy cansada para si quiera quitarme la coleta, pero me las arreglo para quitarme la ropa y aventarla al cesto de ropa sucia, quedándome en ropa interior.

Tallo mis ojos, adormilada y camino hasta el baño, verificando que mi toalla esté ahí colgada para no tener que arrastrarme por el suelo hasta llegar a la puerta de mi habitación y gritar por una jodida toalla. Y la cosa es... ya no somos tres mujeres en la casa —contando a René—, sino que también hay cuatro hombres más y tres de ellos llegan a la casa antes que yo.

Me baño en diez minutos y me pongo mi pijama con rapidez, ni siquiera seco mi cabello y me siento en mi cama, suspirando con sueño. Ni siquiera son las seis de la tarde, pero, el entrenar dos horas me ha dejado hecha polvo. Literal. El estar pensando en lo que le he dicho a Dante. Me sentí muy cruel después de ello, que mientras corría lloraba silenciosamente.

Me lo merecía por ser tan fría, y a la vez por tener tan poco tacto.

Ugh, maldita sea.

Pensar en Caleb también me trae dolor de cabeza. Sé lo que ha estado haciendo, pero no quiero creerlo. No hasta que lo vea. Pero, estar con Caleb sólo me revuelve el estómago, y siento que es hora de terminarlo. Terminar lo que sea que tengamos. Porque no parecemos novios.

Abren la puerta de mi cuarto, y me volteo con el ceño fruncido al ver a Caleb entrar en puntillas, y ni siquiera me ha visto. Está por dejar unos dulces en mi cama, pero ve y brinca lleno de susto.

—Mierda, pensé que te estabas bañando —dice en voz baja, y cierra la puerta despacio. Me levanto de la cama, y me cruzo de brazos, acercándome a él.

—Ni la regadera está abierta —sonrío un poco confundida, y él se rasca la nuca, nerviosamente.

—Ya, pero pensé que estabas haciendo del baño, no bañándote —hace una mueca, y yo río, bajo, pero a la vez sin humor. Caleb me tiende una caja de chocolates—. Perdón.

— ¿Por qué? —Pregunto, tomando la caja.

—Simplemente porque sí. Me gusta regalarte chocolate —alzo una ceja ante su contestación.

—Tú sólo quieres que engorde y que ningún chico me quiera —me encojo de hombros, y lo dije más en serio que nada. Caleb suelta una carcajada y niega con la cabeza.

—Bien, veo que no los quieres, así que me los como yo. No hay problema —vuelve a tomar los chocolates de mi mano, y los deja en mi tocador—. ¿Por qué estás tan seria, Ronnie?

—Quiero terminar —digo, sin rodeos. Siento tan directa como siempre, muerdo mi labio, y veo cómo Caleb se tensa, y sacude su cabello rubio, volteándome a ver.

—Creo que no te oí bien, Verónica —ríe, sin humor, siendo tan hueca, y con un poco de enojo. Suspiro, y me abrazo a mí misma, tratando de no llorar. Caleb ha sido mi amigo, y ahora estamos quedando como enemigos, y yo no quiero que eso pase. No quiero que mi hermanastro se vuelva alguien a quien odie, y si seguir a su lado significa que me traicione, entonces ya no quiero estarlo.

—Quiero terminar contigo, Caleb. Quiero seguir siendo tu amiga, y no tu novia. Quiero ser tu hermana, y no alguien a quien odies después. Somos... familia —muerdo mis labios cuando Caleb hace una mueca horrorizada, como si no pudiera creer lo que he dicho.

—Carajo, Vero, ¡no somos familia! ¡No pedí ser parte de ella, y mi padre...! —Deja de exclamar, y se sienta en mi cama, con las manos en su rostro, como si estuviera pensando en qué decir para no lastimarme.

Desafiando a Dante (Desamores #1)Where stories live. Discover now