Capítulo XXXI: Tú también eres reemplazable.

2.8K 152 7
                                    

Me paro de sus piernas, al ver su mirada llena de desconcierto, sin esperarse esa reacción en mí, y es que, ¿qué más iba a esperar? ¿Qué nos termináramos acostándonos o algo, justo cuando Caleb está a unas habitaciones de la mía? Claro, ahora mismo follamos. Limpio mi boca, con discreción, pero él parece notarlo.

—Ahora resulta que Caleb te importa —escupe como si fuera veneno. Alzo una ceja, sintiendo mis manos temblar.

—Es mi novio, Dante, ¿por qué no lo haría? —Encaro, sintiéndome molesta. Él ríe, sin gracia alguna, pero lo hace como si lo que dije fuera lo más graciosos del mundo—. Además, te he dicho que te vayas.

—Es gracioso, porque, pensé que te gustaba hace menos de una semana —se encoge de hombros, y se acerca peligrosamente a mí.

—Los gustos cambian, Dante. Tú también eres reemplazable —suelto, pero es más mentira. Porque no hace poco, mi madre me sacó todo lo que siento por Dante y lo que siento por Caleb, y no es lo mismo. No hay nada en común entre las dos cosas que siento, más que, la amistad que los dos me muestran.

Está dolido, pero me lanza una mirada vacía, como si no le afectara nada.

—Cierto, lo olvidaba. —Agarra su muñeca, y desata su pulsera, dejándola en mi espejo, donde mis cosas personales están. Él parece un poco indeciso, pero lo hace, termina con nuestra amistad. Así de fácil.

¿Por qué así de fácil? Hubo un pacto, años atrás donde dijimos que las pulseras azules eran nuestra forma de firmar nuestra amistad, prometiéndonos que nunca nos la quitaríamos a menos que nosotros dejemos de ser amigos. Y ahora está ahí, la pulsera que "olvidó" semanas atrás. La pulsera que era lo único que nos mantenía unidos.

—Eres tan jodidamente inmaduro, Dante. Es una estupidez lo que haces —murmuro entre dientes, tratando de no soltar el nudo que se aprieta en mi garganta. Las lágrimas nublan mi vista, pero las reprimo para que no muestren una debilidad enfrente de él.

—Si soy reemplazable, no tiene caso cargar con una pulsera que ya no significa nada para ti, ni para mí. —Se encoge de hombros, como si no fuera gran cosa, y tal vez es así. No es importante.

No debería serlo, pero lo es... Para mí lo es.

—Vale, entonces... —me quito la pulsera azul, dejándola ahí en mi tocador. Dante suspira, pero me sigue mirando, sin arrepentimientos en sí.

—Un peso menos. Fue bonita nuestra amistad, Verónica. Hasta que me abandonaste, y no físicamente —dice él, dándose la vuelta para salir por mi ventana. Corro hacia ella, cerrando la cortina con la ventana, para romper a llorar.

Sé que suena dramático, pero, Dante era mi amigo. Mi amigo que le contaba cada cosa que me pasaba en la escuela. Fue más mejor amigo de lo que Gina alguna vez pudo ser. Él sí me escuchaba, veía y hasta reía conmigo. Dante estuvo cuando las cosas en mi casa se volvieron tensas. El día del divorcio, las custodia. Él agarró mi mano, y me susurró que todo iba a estar bien.

Él era aquello que dejaba un toque especial a todo lo que veía malo. Y ahora, Dante se ha vuelto lo que nunca imaginé.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Desafiando a Dante (Desamores #1)Where stories live. Discover now