Capítulo XXXV: Ella no es para siempre.

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Está allí, enfrente de mí

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Está allí, enfrente de mí. Empapada hasta los calzones, con la mirada perdida en el pasto, su cabello cayéndole desastrosamente por sus hombros, el disfraz pegándosele al cuerpo como si fuera un trapo, y el maquillaje haciéndola lucir terriblemente mal, como un mapache. Pero, yo la veo perfecta. Tan perfectamente imperfecta que hace mi corazón latir fuerte y rápido contra mí pecho. Ella siempre ha sido tan impulsiva, y escucharle hablar como si fuera el chico más perfecto del mundo hace que quiera besarla y nunca soltarla. Hace que la quiera meter en mi bolsillo, porque me parece tan pequeña y frágil parada frente a mí confesando sus sentimientos hacia mí que se los tenía bien guardados.

—... A pesar de no ser perfecta, estoy enamorada de ti —confiesa, y ahí acaba su discurso. Muerdo mi labio inferior, y la veo tan indefensa sin mi calor a su alrededor. Joder, ¿qué mierda hace conmigo Verónica Zaragoza?

—Joder, qué preciosa eres —suelto sin medirme. Ella levanta la mirada, y siento mis mejillas arder cuando ríe nerviosamente y entre dientes—. Lo siento... Lo he soltado sin pensar.

—Pensé que tendría una peor respuesta así que... no te disculpes —la lluvia ya no cae tan fuerte, y ahora roza nuestras pieles, con gotas ligeras.

—Carajo, es que estoy nervioso. Porque, Dios, mi hermana ahora me importa un bledo... siempre me has gustado y cómo no poder evitarlo. Eres el ser más bonito que he visto en mi vida, no me importa cuántas veces me repitan que estás llena de imperfecciones, porque eres bella en tu piel como en otra, porque eres Verónica, la chica que lee novelas gays eróticas, y que cuenta chistes malos. Que llora por todo, y que siempre es una caprichosa aunque nunca lo admita. De esa Verónica me enamoré; la chica con sonrisa preciosa, que ríe escandalosamente, y que siempre trata de no contarme la película si la ha visto sin mí... No importa si eres fea, pequeña o estás terriblemente vestida, eres bonita con todo lo que te pongas. No soy perfecto, Ronnie. Nunca llegaré a estar a tu alcance —me tiemblan las manos y ni siquiera sé por qué. Verónica me ve, y no dice nada, y es que, tengo miedo de que mi voz tiemble—. Soy un niño. Para todos lo soy. Un niño de dieciséis años que no sabe lo que dice, lo que siente, que ha cometido errores porque no sabía qué tan graves eran... Pero, morena, eres un bellísimo ser humano, que me acepta y que siempre me ha visto de la mejor manera... Siempre he estado enamorado de ti, desde que mi hermana te pegó tan fuerte en el estómago por si quiera sonreírme... Eras tan bonita... desde chica, hasta hoy en día vestida como Chewbacca o la Princesa Leia...

No termino de hablar porque Ronnie ha estampado sus labios contra los míos con fervor, y las lágrimas saladas mezclándose con el beso. Los sentimientos que me parten en dos son más fuertes de lo que he sentido nunca. Verónica Zaragoza es la chica bonita, que siempre trae una sonrisa aún en días de tormenta. La conozco desde hace diez años, y no me canso nunca de ella.

Supongo que tener dieciséis años es subestimado cuando aún te llaman "niño", o creen que no has vivido nada por el simple hecho de tener tan poca edad. No tengo experiencia en relaciones, ni en suegros, ni siquiera en mi mejor amigo siendo un patán con la chica de la cual estoy jodidamente enamorado; hasta ese momento.

Desafiando a Dante (Desamores #1)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant