C A P I T U L O 10

408 17 7
                                    

C A P I T U L O 10

Los primero rayos de luz empezaban a entrar en la habitación por las rendijas que nos habíamos dejado abiertas la noche anterior.

La ropa, desperdigada por el suelo, recordaba las ganas que teníamos de vernos, de sentirnos y disfrutarnos.

Como cada noche desde que volvimos de Galicia, las pasábamos juntos. Primero con alguna excusa para hacerlo, después por lo mismo que les cuesta a los imanes separarse del metal.

Todo esto me parecía una tremenda locura, una locura de la que no quería despertar, pensé sentado en la cama con mi espalda reclinada sobre el cabecero. A mi lado ella, durmiendo plácidamente cual bebé con los pechos aún al aire. Los tapé con la sábana y me dispuse a abandonar la habitación hasta que una de sus manos sujetó una de mis piernas para que no lo hiciera.

- ¿Me vas a dejar sola ya de buena mañana? – me dijo aún con sus ojos cerrados.

- Ahora vuelvo, sigue durmiendo – le respondí depositando un suave beso en su frente y acariciando su cabello mientras ella cambiaba de postura con la intención de seguir durmiendo.

Todo estaba en calma, demasiada calma para ser cierto. Salí a la terraza y disfruté de mi cigarro mañanero. Sabía que tenía que dejarlo, ella me lo recordaba a cada instante, sabía que su abuelo había muerto por culpa del tabaco y por ello casi nunca fumaba delante de ella.

Revisé en la agenda de mi teléfono mis planes para hoy, bendita agenda, bendita organización porque a decir verdad, sabía llegar a casa de milagro.

Reuniones, una sesión de fotos para el miércoles y un montón de mensajes sin leer. Algunos, muchos de mi madre, que me recordaba a cada momento que lo era y me enviaba pantallazos de las buenas noticias que iban saliendo sobre mi música. Otros de los amigos que como locos buscaban un día para coincidir y poder disfrutar de una de nuestras cenas, difícil, les respondí. Y uno de ellos que hizo tambalear esa calma.

Como antes de un tsunami, la mar se engulle hacia dentro para avisarte de que algo iba a pasar.

"Luis, necesito verte, porfi" firmado... Aitana.

No respondí, al menos de momento. Simplemente me quedé mirando aquel aparato con los ojos bien abiertos mientras la ceniza consumía mi cigarro. Mira, pensé, buena táctica para dejar de fumar.

- Dormilona, hay que despertar – le susurré pasando dulce mis dedos por su espalda.

- No quiero – me dijo enfurruñada.

- Como tú quieras – me separé de ella – pero te he traído el desayuno a la cama.

- ¿Enserio? – preguntó levantándose de inmediato.

- ¡Pues claro! ¡He exprimido zumo y todo! – dije sonriendo y colocando la bandeja sobre la cama.

- ¡En el fondo eres un romanticón!

- Las mujeres hacéis de mi lo que queréis – dije suspirando.

- Espero que no hables en plural y sí en singular – dijo alzando una de sus cejas.

- ¿Acaso me quieres para mí solo? – sonrió moviendo su cabeza de arriba hacia abajo al mismo tiempo que mordía un trozo de tostada. ¡Dios! me recordaba tanto a ella...

- ¡Luis! Eh, baja – haciendo gestos delante de mi cara.

- Lo siento cariño,

· somos lo que soñamos ser ·Où les histoires vivent. Découvrez maintenant