C A P I T U L O 25

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C A P I T U L O 25

El ruido de mis llaves al golpearse entre ellas era todo el sonido que se oía en el rellano. Mis pies, cansados después de una agotadora firma de discos, se desplazaban casi arrastrándose hasta dar con el ascensor. Al fondo un espejo y mi cara demacrada... necesitaba dormir, pensé al ver mis enormes ojeras. El timbre me anunció que habíamos llegado a la planta quinta.

Salí del ascensor y arrastré mis pies hasta detenerlos delante del umbral de mi puerta. Introduje las llaves y empujé la puerta adentrándome en una oscuridad que no me gustaba. Demasiado silencio y demasiada oscuridad. Mi madre siempre me había dicho que la casa es como el corazón si está a oscuras le falta vida.

Encendí una de las lámparas que había en la entrada, que ella eligió con mimo hace un par de semanas, y dejé las bolsas que cargaba con regalos al lado del mueble plateado que también eligió ella para guardar nuestras llaves al entrar.

Mi mochila quedó tirada en el sofá al igual que mi chaqueta y el calor que noté al instante me hizo remangar las mangas de la camisa.

Caminé hacía el final del pasillo y encendí la luz de mi dormitorio y todo seguía en paz. Demasiadas habitaciones en paz que había estado curioseando a media que avanzaba por el pasillo.

Empujé con mimo la puerta del baño que estaba en el interior del dormitorio y allí estaba ella y sin saber porque y con la cabeza apoyada en el marco de la puerta sonreí al verla, inmersa en su mundo con los cascos puestos y los ojos cerrados sumergida en un baño con espuma.

- ¿Cuánto rato llevas ahí? – preguntó sacándose los auriculares de los oídos.

- El suficiente pasa saber que ya te molestan los dedos arrugados de los pies.

- Ven- dijo tendiendo su mano.

- No me provoques niña – dije arrodillándome ante ella.

- Venga métete – pidió poniendo morritos – solo quiero que me abraces.

- Siempre haces conmigo lo que quieres – le respondí mientras me deshacía de mi ropa. - ¿Quieres que eche más agua caliente? Debe de estar ya un poco fría.

- Estoy bien, he pasado mucho calor hoy y aquí dentro es donde mejor estoy.

- Hola – susurré besando su nuca y rodeándola con mis brazos.

- Hola – respondió sonriente acariciando mis manos - ¿Qué tal ha ido? – preguntó entrelazando sus dedos con los míos.

- Genial, todo genial. ¿Tu?

- Bueno, hay algo que deberías saber – dijo girándose hacía mi con una sonrisa picarona.

- ¿Ha pasado algo? – ella movió su cabeza en sentido afirmativo y atrapó mis manos posándolas en su tripa.

- Hoy se ha movido por primera vez – dijo si apartar su mirada de mí. – nuestro hijo, hoy lo he sentido por primera vez – y mis ojos se volvieron cristalinos.

- ¿Y me lo he perdido? – pregunté apenado.

- Eh, no pasa nada. Volverá a hacerlo – me tranquilizó apretando fuerte mis brazos contra ella.

Los primeros cuatro meses nos habían pasado en un abrir y cerrar de ojos. También era cierto que nuestra vida apenas había cambiado. Seguíamos haciendo las mismas cosas.

· somos lo que soñamos ser ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora