C A P I T U L O 32

436 23 17
                                    

C A P I T U LO 32

Por muchas noches en blanco que uno dedique a pensar en su biografía sentimental, la verdad es que encontrará pocas soluciones.

Podrá parchear tal o cuál relación. Pero al final volverá a pasar lo de siempre, que un momento dado saltará en pedazos, como tantas otras veces.

Porque uno es como es, y no es fácil dejar de serlo para querer a alguien. Es casi como un combate perdido de antemano.

Así que lo mejor que nos podría pasar, es que las relaciones sentimentales vinieran con fecha de caducidad, como los yogures. Así sabríamos de antemano cuál es la fecha del final. U no perderíamos el tiempo en inseguridades, sospechas ni discusiones. Nos dedicarías a disfrutar cada momento hasta la última décima de segundo.

Aunque si lo piensas, lo bueno de no tener fecha de caducidad, es que nos permite seguir soñando con, esta vez sí, que ese yogur pueda conservarse para siempre.

Desde hacía unos meses veía como la fecha de caducidad se acercaba entre Sabela y yo. Había luchado mucho, la verdad es que mucho más que por encima de mis posibilidades pero la realidad es que aquello no se podía aguantar y llevábamos ya un par de meses intentando coincidir lo mínimo.

Por las mañanas yo salía y ella se quedaba todo el día con Blanca y por las tardes era ella la que salía mientras yo pasaba las horas con mi hija.

Ni si quiera sé cuándo empezó todo... solo fue de repente.... No lo vimos venir y todo nos explotó en la cara.

Empezamos a echarnos demasiadas cosas en cara. Ella empezó a echarme en cara que por mi culpa no trabajaba, que yo lo tenía muy fácil pero ella tenía que quedarse en casa cuidando de nuestra hija mientras yo recorría parte de la geografía española con mi música.

Y eso no lo pude aguantar y a partir de ahí empezó todo...

- ¿Cómo está? – preguntó David acomodando la guitarra en su pie

- No estamos pasando por un buen momento, ya lo sabes – le respondí.

- ¿Tiene solución? – continuó

- No lo sé – bajé la cabeza y me senté a su lado – no sé cómo buscar la solución porque no sé cuál es el problema.

- Supongo que se siente un poco inútil – argumentó David.

- Pero jamás, jamás – elevé el tono – le he prohibido hacer nada, es más siempre la he animado a seguir haciendo lo que le gustaba.

- ¿Pero le ha salido algo con la música?

- Creo que ese es el principal problema que no le sale nada y que no hay nada que le motive.

- ¿Qué hacía antes de todo? – se interesó David – podrías hablar con ella, recordarle lo que le gustaba.

- Hacía terapias musicales para niños con autismo – respondí pensativo.

Hice caso a David y sin tener fuerzas para mirarla a la cara después de nuestra mil y una discusión más, la senté a mi lado y le recordé lo feliz que era ayudando a los demás con su música.

- De esa Sabela ya no queda nada Luis – dijo bajando la cabeza.

- ¿Y cuándo se ha ido? – le pregunté

- No sé qué me ha pasado pero no me veo a mí misma. Todas las mañanas cuando me miro en el espejo veo a una intrusa, una desconocida.

· somos lo que soñamos ser ·Where stories live. Discover now