C A P I T U L O 20
Se marchó... tan solo una semana después del primer día del año se marchó. Me dejó solo, pensativo y sin saber si nos volveríamos a ver durante el tiempo que íbamos a estar separados. Y no la culpo porque en cierta manera el que la empujó a tomar esa decisión. Fui yo el que le hizo ver la que estrella era ella, que no debía renunciar a nada por nadie y que debía hacer en todo momento lo que a ella le apeteciera sin pensar en nadie.
Fui yo el que le enseñó lo maravillosos que eran los amaneceres en la otra parte del mundo y a cambiar la hora al reloj y vivir...
Las semanas posteriores pasaron lentas, entre trabajo y reuniones, agradecía al menos tener la mente ocupada y no estar desesperado observando la pantalla de mi teléfono móvil esperando un mensaje que no llegaba o una llamada que se hacía de rogar.
Nos prometimos no ponernos metas. Nos queríamos, pero también queríamos lo mejor para el otro y nos prometimos aceptar nuestras decisiones fueran cuales fueran, aunque en mi cabeza retumbaba la idea de verlo con otro y que mi cerebro no pudiese aguantarlo y explotara provocándome una embolia y dejándome para siempre postrado es una cama.
- Hola pequeña – susurré contestando al teléfono.
- Luis Cepeda ¿Cuántas veces tengo que decirte que no me llames pequeña? Deja de hacerlo anda, sabes que no me gusta.
- Pero no puedo evitarlo, me encanta demasiado la vocecita que pones cuando me replicas – dije sonriendo. - ¿Qué tal el día? Un día menos.
- Bueno, hoy estoy súper agotada. Me duelen hasta las pestañas y eso que son postizas. Tengo unas ganas locas de tomarme un baño y tirarme en la cama, ¿tu?
- Yo bueno, he tenido trabajo lo cual agradezco porque así no me paso el día pensando en ti.
- ¡Luis! – alertó - ¿Por qué no sales con los chicos? – me propuso – Llama a Roi, salid a tomar algo.
- ¿Me estas obligando a salir de fiesta?
- No quiero que te quedes en casa como un alma en pena, recuerda lo que hablamos.
- Recuerda tú también lo que hablamos, yo siempre voy a estar aquí.
- Pero no es justo Luis, no lo merezco.
- Déjate de tontería y vuelve pronto.
- ¡Pero si solo llevo aquí una semana!
- Se me está haciendo eterno.
- ¡Por eso! Tienes que salir y hacer la misma vida que hacías antes. Yo estoy bien aquí, estoy haciendo cosas y me siento fatal cuando me dices que no dejas de echarme de menos.
- ¿Tú no me echas de menos? – pregunté asustado.
- Sí, pero no te lo digo todo el rato.
- Igual es que no me echas tanto de menos.
- ¡Luis! Para por favor, no quiero discutir siempre que hablemos por teléfono. Te lo dije, te lo puse fácil, me prometiste que lo harías y no lo estás haciendo. Solo te pues esa condición vive, ¿recuerdas?
- Igual es que me hace falta el oxígeno para vivir y ahora mismo lo tengo perdido en medio de Argentina haciendo no sé qué.
- ¡Estoy trabajando!
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· somos lo que soñamos ser ·
RomanceHay un dolor parecido al dolor de muelas, a la pérdida física y es perder algún recuerdo que queremos, esas fotos imprescindibles en el álbum de la vida.