C A P I T U L O 34 | parte 1

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C A P I T U LO 34 | parte 1

La cama de los padres tiene un imán y para mí (nadie me convence de lo contrario) tiene una magia, algún somnífero, un polvo misterioso de amor impregnado en las almohadas, que hace que los niños se duerman inmediatamente y que la peor de las pesadillas, el más tembloroso terror nocturno, huya a siete pies.

En la cama de los padres, el último refugio de los miedos, la paz es absoluta y total.

Ahí llegan, llevados por padres agotados y perdedores, o por su propio pie, todos sudados y asustados, pajaritos a volar de noche a caminar por los pasillos de la casa, hasta que lleguen al lugar de los lugares. Dos colos con sábanas suaves y el olor de los progenitores. Caen como moscas a dormir tranquilos.

Los padres fingen que les importa, a la mañana siguiente: "¡fuiste a nuestra cama otra vez! ¿Cuándo es que aprenderás a superar los miedos y a dormir solo? ¡Tienes que crecer!" Pero ni miran a los ojos de los hijos cuando dicen estas cosas, con miedo de que descubran que en ese breve regreso al nido, a la cuna inicial, los padres se llenan de amor y ternura y también ellos se escudan en sus inquietudes.

Un cuello caliente. Una manita gordita en nuestro pelo. Un pie de regreso a la costilla de su madre. La respiración tranquila en la funda compartida.

El deseo secreto de que el nido quede así para siempre y que la mañana tarde mucho en llegar.

Que el polvo misterioso de amor de las almohadas preserva para siempre estas excursiones nocturnas de mimo que no son más que un inteligente presagio, de una nostalgia inmensa, de los mejores días de esta vida.

Sus dedos acariciando mi torso aún desnudo después de nuestra última guerra de pasión, me despertó de aquel profundo sueño. Estaba ahí, con su cabeza apoyada sobre su mano y sonriendo además de con los labios, con la mirada.

- ¿Te he despertado? – preguntó susurrando.

- ¡No! – le sonreí - ¿Es un sueño?

- Es nuestra vida – me recordó acercándose para besar mis labios y después acostarse sobre mi cuerpo.

- Soy muy afortunado por vivir esta vida.

Unos gritos procedentes de la habitación de al lado nos interrumpió. Era como si tuviera un sensor y que cada vez que sentía que sus padres se evadían ella lo pulsaba.

- Uf – solté aire mirando al cielo – parece que a Blanquis no quiere que no le hagamos caso – ella sonrió. – Voy yo – le informé incorporándome.

- Espera – me paró agarrando mi brazo – Tráela aquí.

- ¿Estás segura? – le pregunté antes de salir.

- Sí, quiero disfrutar de estos momentos con vosotros. Los momentos en la cama son los mejores – dijo con su sonrisa permanente en su boca.

Aquellos meses fueron un sueño, sentía que la había recuperado de verdad. Cada mañana se levantaba con una sonrisa y acudía a la llamada de su hija de un salto. Disfrutaba viendo cómo se tomaba el café con su hija en brazos colgada del biberón porque si no se ponía muy nerviosa.

Disfrutaba al llegar a casa y encontrarlas con la bañera llena hasta los topes o jugando a construir castillos. Y entonces, solo entonces, lo descubrí; descubrí que hay días llenos de viento, hay días llenos de furia, hay días llenos de lágrimas, pero también existen días llenos de amor, que nos dan el coraje para seguir adelante y esos hay que disfrutarlos sin preguntar, sin pensar cuanto duraran y de si están presagiando algo simplemente hay que vivirlos.

· somos lo que soñamos ser ·Where stories live. Discover now