C A P I T U L O 12

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C A P I T U L O 12

Despertarse con la extraña sensación de que algo no está bien...

Como cuando despiertas después de una noche de borrachera y no recuerdas lo que hiciste la noche anterior. Si hablaste más de la cuenta o si llamaste a la persona equivocada tu solo quieres agua y un ibuprofeno.

Despertarse con miedo a girarte y ver quien estaba ocupando el colchón que notas hundido.

Despertarse con el calor que desprende el cuerpo desnudo que ha decidido pasar contigo la noche.

Sabes que no está bien, porque no era lo correcto. Porque tu amigo ya te había avisado. Porque ella siempre conseguía hacer lo que quería de mí, cuando ella quería. Porque tu novia está a unos cuantos kilómetros de esa cama feliz pensando en ti.

Pero... me sentía tan bien.

Mi mano consiguió llegar hasta la espalda desnuda de ella, durmiendo boca abajo. La acaricié y una sensación de paz al verla dormir, invadió mi cuerpo. Pero nosotros no estábamos hechos para vivir en esa paz. Nosotros estábamos hechos para combatir, para ir a la guerra y sobretodo, para ganarla.

- Aitana – susurré dulcemente en su oreja. Ella refunfuño apretando sus ojos. – eh niña, despierta dormilona.

- Un ratito más, hacía mucho que no descansaba tan bien – me replicó sin abrir siquiera los ojos.

- ¿Sabes dónde estás verdad?

- ¿Estoy muerta y estoy en el cielo? – preguntó

- No exactamente – le respondí incorporándome y apoyando mi espalda en el cabecero.

- Entonces si se dónde estoy – abrió los ojos y posó sus manos bajo su barbilla sujetando su cabeza que luchaba por mantenerse erguida – estoy donde quiero estar.

- Sabes que esto no está bien ¿verdad?

- Si, y creo que debería irme ¿verdad? – asentí aún sin querer. . no te preocupes Luis, lo tengo claro.

- ¿Qué es eso que tienes tan claro? – pregunté curioso.

- No vas a dejarla, realmente la quieres. La has llamado en sueños – bajé la cabeza y jugué con mis manos entrelazadas. – eh – me levantó la cabeza por la barbilla – no pasa nada, todo está bien.

- No Aitana, nada está bien y no sé cómo la voy a mirar a la cara después de lo que pasó anoche, porque no lo merece. Yo no la merezco y tú no mereces ese control que tiene tu cuerpo sobre mí, es peligroso.

- No se lo cuentes – dijo ella – no tiene por qué enterarse y si se lo cuentas echarás vuestra relación por la borda. Fue un fallo, un error. Piénsalo así – negué – no seas tan sincero Luis, ya sabes que muchas veces es un error por tu parte.

Desayunamos juntos, después de una revitalizante ducha y se marchó, tan tranquila. No parecía la misma. No temblaba, no estaba nerviosa. Estaba segura de cada paso que daba y me sentí orgulloso de ver cómo había dejado atrás a aquella niña temblorosa e insegura que no sabía hacía donde caminar.

- Supongo que no debo ponerme nerviosa preguntando si me llamarás – dijo pasando el umbral de la puerta y girándose para despedirse.

- Puedes llamarme cuando quieras – le recordé.

- Tu también, ya lo sabes. De hecho espero que lo hagas. – dijo sonriendo y arrugando su nariz.

· somos lo que soñamos ser ·Where stories live. Discover now