C A P I T U L O 17

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C A P I T U L O 17

Fueron tres meses que pasamos sin darnos cuenta de las hojas que iban cayendo del calendario.

Algunos días en su casa, recorriendo todos los metros que ella tan bien conocía y a los que yo ya me había acostumbrado. Otros, en la mía. Disfrutando el uno del otro.

Cada milímetro de nuestro cuerpo aclamaba al otro. Encuentros a escondidas porque ya habíamos dado demasiado que hablar. Encuentros furtivos que disfrutábamos los dos solos, sin nadie opinando alrededor y cuando nuestras agendas lo permitían.

El caso es que aunque fuera una relación a escondidas, y que no le quisiéramos poner nombre, cada día parecía más una relación y eso me tenía completamente aterrado.

A los dos.

La idea de haberlo intentado y acabar tirándonos los trastos en la cabeza estaba presente en cada conversación aunque los dos nos calláramos por segundos.

El caso es que no sabía lo que éramos pero me gustaba despertar con ella.

Había muchísimas cosas de ella que me ponían de mal humor, furioso, imagino que al igual a ella de mí. Pero había muchas cosas que había echado mucho de menos.

Recuerdo el día que la conocí con su melena larga y su top color gris. Sin saber porque, sonreí y supe que iba a querer a ese pequeño ser durante el resto de mis días. Porque podría odiarla de mil maneras pero, como si de la marea a un barco se tratase, ella cada vez me atrapaba hasta llegar de nuevo a ella.

Hay quien dice que el amor está sobrevalorado, que tampoco es para tanto; pero ellos no se han despertado a su lado, no se han reído con ella por cosas que no tienen gracia. No han viajado con ella a las estrellas sin salir de una habitación. No le han dado un beso en cada despedida que siempre duraba cuatro besos más y una canción, no han acariciado la suavidad de su espalda desnuda cualquier madrugada de cualquier estación del año, no han sentido la intensidad que desprende amarla en un abrazo sincero. No se han bebido un océano entero de lágrimas solo por llorar por dentro al verla sonreír.

No, sin duda no saben lo que es amarla, en presente, pasado e infinito.

Así que podría estar loco de lanzarme de nuevo a ese acantilado del que de seguro salga herido por no usar una cuerda, pero ese era un riesgo que quería cometer. Pasara lo que pasara, aunque fuera ir sin frenos contra una pared de yeso.

Uno de esos días en los que fuera hace tiempo que asusta. Uno de esos días en los que agradeces estar bajo las sábanas de tu casa, me desperté sobresaltado, el caso es que estaba teniendo muchas pesadillas últimamente. El cambio de estación, que ella estuviera de gira o que se acercaran las Navidades. El caso es que uno de esos días no podía dormir.

Lo bueno de esos días es que las noches parecen alargarse y empiezan a salir historias preciosas que por la mañana, si no apuntas en tu cuaderno, no recuerdas.

Estaba solo, en la inmensidad de mi estudio.

Pero estaba equivocado, desde que ella había vuelto a mi vida, jamás me había vuelto a sentir solo.

"Luis esta mañana me apetecía helado y sin darme cuenta he pedido dos cucharas para compartirlo contigo... te echo de menos. Por cierto espero que estés despierto porque si no empezaré a estar loca y hablar sola" Aitana

"Hola cariño. Hoy he hecho tortilla para dos... también te echo de menos" Luis

"Mañana" Aitana.

· somos lo que soñamos ser ·Where stories live. Discover now