C A P I T U L O 23

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C A P I T U L O 23

Para muchos un simple miércoles corriente no significa nada.

Posiblemente si hiciéramos una encuesta a la gente normal de la calle, coincidirían en lo mismo. El miércoles es un día intermedio de la semana a no ser que sea fiesta. Depende de cómo hayas acabado el fin de semana puede que el miércoles aún no te hayas recuperado. O por otro lado puede que ese ansiado miércoles te haga dar un respiro siendo la antesala del fin de semana.

Para mí los miércoles siempre habían sido.... Pues eso.... Miércoles.

Pero ya nada sería igual después de aquel miércoles.

Llevábamos varios días en casa de mis padres, desde noche vieja para ser exactos. Y después de propuestas y chantajes de mi madre decidimos quedarnos a pasar la noche de reyes con ellos. Ella alegaba que nunca iba a visitarles y a Sabela se le caía la baba escuchándola contar historias de cuando era pequeño. Habían hecho buenas migas, demasiadas para mi gusto. No, estoy de broma, me encantaba la relación que estaban forjando. A menudo me quedaba callado y las observaba desde el umbral de la puerta. Escuchaba sus conversaciones y disfrutaba con las miradas cómplices que se echaban. La de mi madre, protectora, cuidadosa, la de Sabela idolatrada.

Aquel miércoles Sabela insistió en comer fuera. Dijo que hacía mucho que no nos dedicábamos un día para nosotros y era verdad, porque a lo tonto llevábamos un mes de familia en familia.

- ¿Enserio vamos a comer aquí? – dije quedándome parado en la puerta del restaurante.

- ¡Pues claro! – dijo sonriendo y apretando fuerte la mano que nos unía.

- ¡Pero si aquí siempre hay lista de espera!

- Digamos que he sobornado un poco al jefe de sala – sonrió pícaramente – es broma – soltó golpeando mi brazo – llamé por teléfono y había un hueco de última hora – continuó.

- Sabela es carísimo

- Venga no me seas muermo Luis Cepeda, un día es un día, nos lo merecemos. Hace mucho que no salimos a comer fuera además quiero que este día lo recordemos siempre.

- ¿Acaso vas a proponerme matrimonio? – bromeé.

- Jamás en la vida, si quieres casarte conmigo serás tú el que me lo tenga que proponer a mí, ya sabes que soy muy clásica en estas cosas – las ganas de besarla se apoderaron de mi cuerpo.

- Anda vamos que tienes la nariz que parece que se te vaya a caer por congelación.

Acabamos con las barrigas a punto de reventar, pero ella siempre tenía la manía de que una buena comida no acababa si no pedías postre. Podía estar a tope, podría vomitar después, pero nadie había conseguido jamás privarla de su ansiado postre.

Paseamos cogidos de la mano con ella enrollada en uno de mis brazos por el centro de Ourense, en principio para bajar la comida pero en realidad porque nos gustaba disfrutar de ese momento... pasear, sin tener que ir corriendo a ninguna parte, simplemente disfrutando de la compañía del otro.

Llegamos hasta el mercado navideño, o lo que quedaba de él, porque los mismos puestos ya empezaban a dejar entrever que la Navidad estaba llegando a su fin.

- Me pone triste que esto se acabe – confesó apretando más mi brazo. – me da mucha lástima guardar los adornos de Navidad que solo sacamos una vez al año y con ellos la ilusión de volver a ser niños.

· somos lo que soñamos ser ·Where stories live. Discover now