C A P I T U L O 11

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C A P I T U L O 11

Y sabía que eso no estaba del todo bien porque ya le había colgado el teléfono a Sabela en dos ocasiones, pero no podía remediarlo.

- ¿Va todo bien Luis? – preguntó ella con su voz aniñada. – no me gustaría causarte problemas pero es que no sabía a quién acudir y se me estaba empezando a caer la casa encima.

- Tranquila – le sonreí mirando la pantalla del móvil por última vez – está todo perfecto. ¿Ahora estás mejor?

- Sí – sonrió – estoy ya muy cansada de sus tonterías porque me hacen daño y a él parece que no le importan.

- Aitana... - recriminé – él es un crio.

- Pero es que todo era diferente contigo.

- Niña...

- Lo siento – bajó la cabeza. - ¿Os va bien a Sabela y a ti? – me sorprendió esa pregunta – no pongas esa cara, ¿enserio pensabas que no iba a enterarme de quien era ella?

- Es una mujer increíble – sonreí.

- Me alegro tanto. Enserio Luis, al menos uno de los dos puede ser feliz – bajó la cabeza – voy a dejar a Miguel.

- ¿Lo acabas de decidir? – pregunté sorprendido.

- No puedo soportarle más. No estoy a gusto con él. Cuando salimos juntos parezco su complemento en lugar de su sujeto.

- Yo solo quiero que seas feliz Aitana – acaricié una de sus manos. – Eres una personita maravillosa, lo sabes, mereces que la persona que esté contigo se quite el abrigo para empapar el charco por donde pises y así no mojar tus pies.

- Sigues igual – soltó una sonora carcajada.

- ¿Cómo igual? – pregunté dudoso.

- Igual de romántico. ¿Es ella la que te llama? – observó como el móvil de nuevo se iluminaba, afirmé – deberías contestar para que no se ponga nerviosa.

- Tienes razón – me levanté de la mesa y me alejé unos metros para contestar.

Sabía que no estaba bien, estaba mintiendo, no era un mentiroso pero en ese momento me consideraba la persona más rastrera de todo Madrid.

Sabía que no estaba bien pero con ella sentía de nuevo el hogar. Era como volver a casa después de estar un tiempo alejado, y el problema es que no sabía si en ese momento quería regresar a mi maravillosa antigua casa o quería dar el paso a mudarme al increíble ático dúplex que tanto tiempo andaba buscando.

- Hemos llegado – avisó deteniendo el coche suavemente junto al bordillo - ¿puedo llamarte otro día? – la miré fijamente. – está bien, igual no es buena idea. Poco a poco.

- Puedes llamarme cuando quieras – susurré, como si así fuera a ser menos responsable de ello y sonrió. – Muchas gracias por el chocolate.

- Igual habría sido mejor un cubata – negué con la cabeza. – era broma.

- Puede que algún día – le dije sin dejar de mirar esos ojos brillantes que no apartaba de delante de mí. – debería irme ya.

- O podríamos seguir charlando, como tú quieras.

- Creo que es mejor que me marche ya – le dije posando una de mis manos en la manivela para abrir la puerta del coche.

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