C A P I T U L O 16

458 26 13
                                    

C A P I T U L O 16

- ¿Luis? – preguntó una sorprendida Aitana al abrir la puerta de su apartamento. - ¿Qué haces aquí? – preguntó acto seguido.

- Traigo palomitas – respondí mostrando una bolsa que acababa de comprar en una tienda 24 horas.

- ¿Estás bien? – preguntó de nuevo invitándole a entrar tras una dulce sonrisa en su rostro. Negué bajando la cabeza y quitándome el abrigo.

- No, no estoy bien. – me senté en un sofá que jamás había visto - ¿Cómo estarlo cuando la persona que más te importa te considera un cero a la izquiera? ¿Cómo estarlo cuando te das cuenta que no eres tan especial como algunos dicen? ¿Cómo sonreír cunado por dentro estoy gritando de dolor? – me miró con pena y me acompañó en aquel sofá mientras acariciaba mi espalda - ¿Por qué debería fingir que si estoy bien? ¿Para no llamar la atención de los demás y "aprender a ser fuerte"? Yo no quiero eso Aitana – empecé a llorar, ella seguía acariciándome – Yo no quiero fingir que soy fuerte porque sé que no lo soy. Y no mentiré diciendo que soy la persona más feliz y afortunada por el simple hecho de vivir. Porque nadie lo es. Nadie es completamente feliz. Todos tenemos esos momentos en los que "no estamos bien". – ahora acariciaba mi mejilla - Mi finalidad no es llamar la atención. En realidad no tengo una finalidad, quería venir aquí, estar contigo. Solo quería expresar que tengo sentimientos, como cualquier humano que conoces.

- Cariño – me abrazó – yo sé que tienes sentimientos. De hecho eres la persona más respetuosa que he conocido. ¿Sabela? – preguntó con miedo.

- Se ha ido, me ha vuelto a dejar de nuevo. Ha visto tu mensaje. Le dije que no nos habíamos acostado y ha visto tu mensaje. No tenía por qué haber leído mi teléfono pero lo hizo.

- Lo siento – bajó su cabeza – yo no quería causarte problemas.

- ¿No lo entiendes? – le levanté suavemente su cabeza por su mentón – no es tu culpa, es que no confiaba en mí. Si ha mirado mi teléfono es que realmente no se fía de mí. Sé que lo que hicimos estuvo mal, muy mal pero joder fue un desliz, pedí perdón, hice que confiara en mi de nuevo. No es tu culpa, jamás ha sido tu culpa. No puedo estar con una persona que no confié en mí.

- Luis, ¿Cuándo lo hiciste te arrepentiste? – abrí mucho los ojos ante su pregunta – quiero decir, ¿lamentaste que fuera yo? – preguntó de nuevo demasiado cerca de mi cara - ¿te arrepentiste de despertar a mi lado?

- Aitana, estuvo mal, porque yo tenía pareja en ese momento y lo peor de todo es que estaba enamorado de ella pero no sé qué me pasó. A medida que íbamos avanzando mi cabeza me decía que estaba mal pero mi corazón te llevaba esperando demasiado tiempo.

- ¿Por qué no viniste a buscarme? – continuó preguntando.

- No quería que fuera tan fácil. Lo pasé mal Aitana.

- ¿Conmigo?

- Con todo. Todo era una mierda. Tu entorno, la prensa, twitter... habían días en que me sentía realmente mal y no estabas.

- Lo siento mucho de verdad Luis, todos los días me lamento por no haber estado en cada momento contigo. Sé que lo hice mal y en parte con Miguel, intenté involucrarme más, más rápido. Intenté integrarme en su círculo y vivir con él cada momento, cada ilusión pero había un problema. – la miré fijamente a los labios, eran húmedos y carnosos, con ganas de ser besados – no eras tú. Cuando despertaba a su lado no eras tú. Cuando me miraba no eran tus ojos. Cuando me hablaba no eran tus palabras. Te he echado mucho de menos – se acercó hasta chocar sus labios con los míos, me separé.

- Aitana... - atenté.

- Lo siento. De verdad que lo siento no sé qué me ha pasado.

- Es que no sé si estoy preparado.

- Tienes razón, he sido una confiada y entenderé que no quieras volverme a hablar jamás en tu vida. Yo también estaría cansada de aguantar una niñata como yo.

- ¡Aitana! ¡Para! – sonreí. Echaba tanto de menos sus desvaríos vocales. - No sé si estoy preparado para estar contigo. No sé si estaría a la altura. No sé si podría hacerte feliz.

- Luis – sonrió acariciando mi cabeza – tú ya me haces feliz, aquí conmigo.

Y fue en ese instante, cuando el segundero se paró solo una milésima de segundo cuando supe que había estado demasiado tiempo fuera de casa, queriendo engañar a mi cuerpo y mi corazón ¿podía haber estado enamorado de dos personas? Pensé. Y en esa milésima de segundo me di cuenta de que eso podía haber pasado pero que solo con una de ellas una vez imaginé como sería un futuro juntos. Donde viviríamos, los hijos que tendríamos y sus nombres, aunque ese día me costó una mala mueca por su parte y dormir media noche espalda con espalda, donde pasaríamos las Navidades, si tendríamos perro o el color de sofá que combinaría con las paredes de nuestra nueva casa.

Decía un amigo mío que las casualidades no existen. Que todo está escrito entre las nubes y las estrellas con tinta invisible. Que las personas van mezclándose en las páginas de las historias de otras personas para compartir y protagonizar un guión ya establecido. Mi amigo decía que todos somos actores principales y también actores secundarios, según la parte de la película en la que nos encontremos. Es una bonita manera de hablar del destino ¿no creéis?

Así que sin darme cuenta y después de unos tropezones y algunos jadeos en mi oído para acabar mordiendo el suyo de placer, sin darme cuenta, sonreí. Sonreí al girarme y verla mirándome fijamente desnuda sobre su cama.

- Jamás había estado aquí – le hice saber mirando perdido el techo de su dormitorio.

- No hubo tiempo – susurró ella acercándose a mí y colocando su cabeza sobre mi torso descubierto - ¿te gusta? – preguntó a la vez que dibujaba pequeños círculos con su dedo sobre él.

- Creo que solo he visto dos estancias – sonreí besando su frente – tendrás que hacerme una visita guiada – sonrió arrugando su nariz.

- En realidad mi cuarto es la estancia que más me gusta de toda la casa. Y ahora me encanta que por fin lo hayas conocido.

- ¡Que pava eres!

- ¡Luis! – dijo estampando un manotazo sobre mi pecho.

- ¿Te he dicho alguna vez que te brillan mucho los ojos después del sexo? – le pregunté apartándola para mirarla mejor.

- Cada vez – respondió ella risueña.

- Solo quería recordártelo.

- ¿Cada día?

- Cada día.

- ¿Y cuándo...? – tenía ganas de preguntar.

- Shuuuu – la hice callar posando mi dedo sobre su boca.

- Tengo miedo – me informó.

- No tienes porqué. Vamos a vivir – besando de nuevo su frente.

- ¿Crees que deberíamos dejar claro algunas cosas?

- Shuu – la hice callar de nuevo apretándola fuerte contra mi pecho y rodeándola con mis manos – hay cosas que es mejor no ponerles títulos.

"Él escribía poemas en su espalda y le importaba navegar sus valles o naufragar por sus lunares. Y ella a cambio se bañaba en sus palabras, que en cada letra le acariciaban el alma. Y aunque no veía lo que él escribía, lo sentía tan cerca como el papel en su piel, como el tacto en sus manos, como el trazo de su pluma agitando su piel desnuda."

· somos lo que soñamos ser ·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora