C A P I T U L O 34 | parte 2

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C A P I T U LO 34 | parte 2

"Yo ya te he perdonado Luis, debes perdonarte tú para sentirte bien contigo mismo. Debes perdonarte y vivir con ello y debes perdonarte y vivir con las dos en la medida de lo que quieras. Yo ya te he perdonado Luis, porque te quiero, porque me gusta esta vida que tenemos por nuestra preciosa hija y porque te quiero Luis. Te quiero en todas tus facetas incluso cuando estás insoportable por ese humor de mierda que tienes" Y me lo soltó así sin anestesia con los ojos vidriosos y acariciando mi mandíbula, después de pasar dos años en silencio. Después de tragar saliva ambas partes cada vez que sonaba mi teléfono y aparecía el nombre de Aitana en la pantalla.

Dejamos pasar dos años antes de abrir de nuevo nuestro corazón. Dos años que pasaron rápidos porque los dos nos dedicamos a pasar todo el tiempo trabajando y los pocos ratos libres los dedicábamos a pasarlos con nuestra hija.

En cada conversación, Blanca era la protagonista. En cada viaje las llamadas eran para hablar con ella, solo así nos atrevíamos a preguntar el uno sobre el otro.

Hasta que aquella situación se hizo insostenible. Hasta que ya no estaba cómodo con ninguna de las dos. Me sentía un extraño sentado al lado de Sabela sin poder acariciar su mano mientras veíamos una película y me sentía un mentiroso cuando compartía café con Aitana y trataba de desahogarme a su lado.

Y entonces... ella me demostró una vez más que siempre estuvo por encima de mí. Muy por encima de mí incluso de todos nosotros.

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- ¡Ah! Papá tira mucho – gritó Blanca acariciando su pelo que quedaba liberado del cepillo que sujetaba con insistencia.

- Aguanta un poco cielo ya está casi. Es tu primer día de cole y querrás estar guapa ¿no? – ella movió su cabeza afirmativa con insistencia a la par que sonreía – pues te contaré una secreto – acomodando a la niña en su regazo para acabar de peinar su castaña cabello – tú estás guapa de todas las maneras – le susurré mientras le hacía cosquillas en su barriga.

- ¿Os falta mucho? – preguntó Sabela asomándose al baño. Los dos nos giramos y sonreímos – vamos remolones, el desayuno se enfría.

Con el tiempo aprendía a disfrutar de lo cotidiano con ellas. Un beso de buenos días. Unos mini pies descalzos que irrumpen en tu cama. El olor a acondicionador mezclado con el vaho cuando ella sale del baño.

El olor a café por las mañanas que desde hace poco tiempo mezclamos con cereales en forma de anillas rosas con un unicornio en la caja.

- ¿Cuándo te vas? – le pregunté acariciando su espalda y llegando hasta mi taza de café.

- Dentro de un par de horas – me contestó sin mirarme untando mantequilla en una tostada.

- ¿Desayunamos en nuestro bar? – le pregunté de nuevo sin apartar la mirada en lo que estaba haciendo. Ella no dijo nada, solo sonrió.

- Venga Blanca apura con los cereales y te preparo una tostada con mermelada de fresa – dijo acercándose a nuestra hija sentada en un taburete para llegar a la mesa y acariciando con delicadeza su nariz.

- No quero mermelada de "fesa" – soltó Blanca con su nariz arrugada por el desacuerdo con su madre.

- Tienes que comer fuerte antes de ir al cole si no, no podrás jugar en el patio.

- No quero – dijo moviendo con insistencia la cabeza de un lado hacía otro. – no quero – aumentando el tono y también el movimiento de su cabeza.

· somos lo que soñamos ser ·Where stories live. Discover now