Capítulo 26: Cielo y oro.

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Capítulo 26: Cielo y oro.

—¿Y tú no vienes como modelo? ¿Solo cuidas al enanito? —Pregunto el coqueto rubio. Daniel carcajeo un poco, cubriendo su sonrisa con la mano izquierda.

—No digas tonterías, —externo entre risas.

—¿Qué tonterías? —Consulto el mayor. —Yo te pondría en todas las portadas. Aunque es cierto, este ambiente verde no te resaltaría tanto como el sol dorado y el mar calipso del caribe ¡Eso es! ¿No quieres ir al caribe conmigo? —Daniel volvió a reír.

—¡Que dices! ¿Yo en el caribe? Maximiliano eso es imposible. —

—¡Oh, por favor, Dani! —Exclamo. —Eres demasiado formal, dime Max, todos lo hacen, —Soltó relajado. —

Maximiliano estaba fascinado, en ningún momento había pretendido cortejar al dulce niñero del pequeño engendro, sin embargo, allí se hallaba, tratando se no parecer desesperado por ganarse su simpatía. Para Daniel las cosas no distaban mucho, siempre había sido cortante con todo hombre que se le acercase, especialmente si llevaban "románticas" intensiones entre manos. Y es que Daniel no se veía a si mismo cuidando de la casa, revoloteando con niños, admitía que Theo logro derribar un poco de esas murallas, sin embargo, aún no era suficiente para visualizarse "casado" y con hijos propios. Ese rol le quedaba mucho mejor a su amigo Castiel.

—¡Papi! —El nene entre sus brazos comenzó a removerse hasta arrancarse de una vez y comenzar a caminar en busca de su progenitor.

—Ven acá. —El dúo de rubios se giró a observar como Castiel levantaba al pequeñín entre sus brazos, aprovechando el momento además de depositar un cálido beso en su frente. —Daniel, te estaba buscando. —Los ojos dorados de su amigo se posaron sobre él, llevaba ropa diferente, y tenía el pelo lacio, poco más debajo de sus hombros, cosa que Daniel en su vida había visto.

—Te queda bien el cabello así, —comento levantándose de la jardinera de roca en la cual se hallaba sentado.

—¿Tú crees? Yo aún prefiero mis desarmados risos, —intento parecer sereno, aunque de soslayo observaba al acompañante de su mejor amigo, un rubio, a quien él, ya conocía muy bien. —¿Estaban juntos? —Consulto con sutileza, intentando que su voz fuese lo menos tensa posible.

—Sí, yo pille a ese pequeño revoltoso que tienes en brazos, mientras tu amigo intentaba darle alcance. —Castiel giro, encontrándose con un su travieso hijo, estirado de una forma extraña, intentando alcanzar una de las flores en la enredadera, seguramente con ganas de arrancarla.

—Me estuvo diciendo que es amigo de Chris, me sorprendió bastante, Christopher nunca lleva amigos a casa, —comento Daniel.

—Sí, bueno, —musito Castiel, sin saber si delataba a Max, o le seguía en el juego de mentirillas. —En realidad es más amigo de Clarissa, ya sabes por todo esto de la fotografía y el modelaje. Ahora está trabajando con Christopher en el caso de nuestros derechos, —explico Castiel. No había dicho ninguna mentira, pero tampoco había desmentido aquella "amistad" entre el rubio y su esposo.

—¡¿Eres parte del movimiento?! —Exclamo Daniel emocionado. Y en ese momento Castiel supo que había metido la pata.

Daniel siempre había admirado mucho a los dirigentes del petitorio por los derechos del doncel. Él, a diferencia de Castiel, si se interesaba mucho por conseguir respeto e igualdad, pocas veces había participado de alguna marcha, ya que siempre estaba trabajando, sin embargo, aunque su participación fuese poca o nula, se mantenía tan informado como le fuera posible, y nunca dejaba de hablar sobre aquello.

Maximiliano noto la emoción en los ojos dorados, carraspeo un poco, sin intensión de parecer prepotente y luego sonrió.

—Claro, —externo tomando su teléfono y comenzando a buscar aquello que le mostraba siempre a todos. —Este es mi dulce hermano menor, —apunto hacia la foto. Daniel a su vez comenzaba a deslumbrarse con la imagen de un joven y, al parecer, extrovertido doncel.

Torre de MarfilWhere stories live. Discover now