Capítulo 30: Romance en tiempos de guerra.

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Capítulo 30: Romance en tiempos de guerra.

—Si, sí, yo soy la encargada de los niños desde este momento, deja ya de darme indicaciones y mueve ese trasero tuyo. —Dio una palmada sobre los redondos glúteos de su cuñado. Castiel pego un respingo avergonzado y rehúyo la mirada de Clarissa escondiendo sus sonrojadas mejillas.

—¡Hey! —Reclamo su hermano tan pronto vio el acto. —Eso es mío. —

—¡Ya! Vámonos pronto, —interrumpió el avergonzado doncel, cerrando un poco más su abrigo, lo suficiente como para cubrir la mitad de su rostro.

Luego de una rápida despedida la dulce pareja se marchó del lugar intentando a su vez hacer poco ruido para que Theodore no notara su partida.

Sobre el vehículo el ambiente era bastante más relajado, Castiel había olvidado la broma de su cuñada, o más bien lo había pasado a segundo plano, después de todo iba mucho más entretenido contemplando el paisaje tras la ventana, él no era mucho de abandonar su casa por lo que siempre le era emocionante dar un paseo con su pareja.

—¿Adónde me llevaras? —Consultó después de diez minutos de viaje, sabía que se alejaban del hogar, y aunque Christopher le había dicho "ponte guapo", solo eso y nada más que eso le había soltado de su cita.

—Es una sorpresa, —externo el empresario, dispuesto a mantener el misterio, aunque bien sabía que aun si le contaba a Castiel donde lo llevaría a cenar el doncel de todos modos no conocía ni en revistas el lugar.

Treinta minutos, ni más ni menos, fue lo que tardaron en llegar a lo que parecía un edificio alto, de estructura moderna, simulaba estar hecho completamente de cristal, aunque bien sabia Castiel que eso no era posible. Un buen hombre se acercó a recibirlos con mucha educación, recibió las llaves del auto de Christopher, siendo él quien lo condujera seguramente a un estacionamiento. Chris no hizo más énfasis en aquello, solo le tomo la mano guiándolo dentro del edificio, Castiel estaba ansioso, pero solo fueron recibidos por un largo y aburrido pasillo, la recepción estaba a uno de los costados, pero nadie les tomo atención por lo que pasaron directo a un lujoso ascensor.

—Ya Chris, ¿dónde estamos? —Volvió a preguntar el doncel, una vez en la privacidad del ascensor.

—No seas impaciente, ya lo veras, —tranquilizo el mayor, aunque esa calma duro poco cuando Castiel vio que marcaba el último piso del edificio, el veintinueve para ser más exactos.

El viaje en ascensor fue largo y aunque Castiel sintió vértigo en más de una oportunidad, lo oculto aferrándose a la mano de su pareja, intentando como fuese ignorar la situación. Por fin, después de lo que pareció una eternidad, las puertas del dichoso transporte se abrieron, dejando a la vista lo que era el último piso de un espejado rascacielos. Los pocos comensales se giraron a observar a los recién llegados, Christopher le tomo la mano con todo orgullo, dejándose guiar por un mozo hasta la reserva de su mesa. Un poco más alejado del resto de clientes, aunque no por ello aislados del todo, una mesa para dos les esperaba en el costado que daba directo a la cristalina pared. Las piernas de Castiel fallaron una vez cerca del vidrio, Chris sonrió un poco y le ayudo a tomar asiento.

—¿Te gustó la sorpresa? —Susurró sobe su mejilla, dejando que el aliento cálido rebotara en la tersa piel de Castiel quien giro rápidamente la cabeza y deposito un dulce beso sobre sus labios

—Estas realmente loco, tú quieres darme un infarto de verdad, —respondió con una sonrisa.

Estaban en todo lo alto de un rascacielos viendo la inmensa ciudad a través de las cristalinas paredes de vidrio, absolutamente todo estaba rodeado del cristalino material, Castiel a ratos olvidaba respirar de la pura impresión de estar sentado en tan increíble lugar.

Torre de MarfilTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon