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Jimin caminó con la gran bolsa al hombro y la arrojó al basurero con todas sus fuerzas.

Tenía rabia acumulada de hace una semana, así que de pasó aprovechaba de desquitarse pateando el gran container como si tuviera la culpa de todos sus problemas.

Aunque, en cierto modo, lo era. Realizar la labor en la cocina del casino donde comían los novatos, era un gran problema.

El lugar se atestaba de hombres y mujeres, igual de agotados ante todos los cursos y entrenamientos que llevaba a cabo la academia militar de los lobos. Los jóvenes llegaban exhaustos, con un estómago del porte de un agujero negro, porque no solo se servían una ración, sino que a veces iban por más de dos.

Jimin solo se dedicaba ayudar, acatando las órdenes de los cocineros y luego siendo el último en quedarse, limpiando platos y realizando el aseo de todo el recinto.

Y lo hacía molesto. Que el líder le haya dado ese castigo, bajándolo de su cargo le había herido el orgullo enormemente.

Yoongi podía ser el más grande gilipollas si se lo proponía. Jimin estaba seguro que, si hubiera ocurrido el hecho con otro lobo, entonces el trato habría sido diferente.

De seguro lo habría tratado mejor, de seguro se habría preocupado por él mejor. Y de seguro no habría puesto esa jodida distancia que parece colocar ante él, como un muro transparente que lo hacía incapaz de avanzar.

En conclusión, Yoongi era un líder estúpido, incapaz de ejercer su cargo de manera igualitaria. El trato hacia los lobos se notaba, por lejos, ser mejor, en comparación al que recibía él: un humano.

—No es la gran cosa de todos modos —resopló molesto—, humanos, hombres lobos, somos lo mismo al final... comemos y cagamos igual, jodido imbécil —Soltó un gruñido al tiempo que pateaba nuevamente el container de basura, esta vez haciéndole una abolladura debido a la fuerza.

Suspiró. Definitivamente tendría una sesión con el saco de boxeo en el gimnasio más tarde.

—Wow —silbó alguien a lo lejos. Jimin ni se inmutó cuando reconoció la voz al instante—, alguien está de muy mal humor.

El sonido de pisadas terminó frente a él, obligándolo a encontrarse con el rostro sonriente y socarrón de Jungkook.

Jungkook era el hermano menor de Jin, lo cual lo convertía en su hermano también.

Así que, por lo mismo, por primera vez en todo ese rato, tuvo la seguridad de bajar todos sus muros y desarmarse ante el chico frente a él.

—Odio esto —bufó, pateando con sus zapatos el suelo bajo sus pies—, odio que Yoongi me haya hecho esto.

—Yoongi-hyung es así, lo hace porque se preocupa.

Jimin le dio una mirada dura, indignado sin creer en lo que había escuchado.

—Eres horrible intentando animar a alguien ¿lo sabías? Aparte, sabes que no se preocupa por mí —Agachó la cabeza, concentrándose en sus manos y notando como la piel de sus yemas parecía arrugada de tanto tiempo que pasó lavando lozas sin usar guantes—. Él sólo se preocupa por los lobos de esta manada... no por... un humano...

Podría no ser la persona más inteligente, pero hasta un tonto se daría cuenta de la diferencia. Él sabía, podrían pasar cinco años, diez años y seguiría existiendo esa distancia que no hacía más que hacerle fruncir el ceño y atormentarlo.

—Ya deja de decir eso... —Jungkook lo siguió hasta la cocina. El menor se subió a la encimera y agarró una manzana para darle un mordisco antes de seguir hablando—. Ya te dije que se preocupa por ti, incluso más que el resto de nosotros.

ÓNICE #1; yoonminWhere stories live. Discover now