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El mundo daba vueltas, como si estuviera de cabezas, la presión volviéndose imposible de ignorar cuando se sentía como estar a punto de caer a un precipicio, su cuerpo siendo nada, moviéndose inerte hacia donde la misma fuerza lo llevaba, su sistema vestibular completamente alterado hasta el punto que podría vomitar del vértigo que estaba revolviendo en sus entrañas, incluso si había notado desde antes el hecho de estar simplemente sentado en una silla.

Ordenó a su cuerpo a moverse, pero ni siquiera un dedo quiso responder por él, incluso su lengua dormida, sus pulmones doliendo por el poco oxígeno que estaba recibiendo.

Se sentía morir.

Entonces, sus párpados hormiguearon, tornándose tan pesados que requirió de un montón de energía para poder abrirlos.

—Mingyu —una voz ronca le llamó, pulcra, el gélido ajeno levantándole los pelitos de la nuca—, uno de mis soldados —y supo, con la vista nublada, aun cuando la voz venía como una silueta sin mucha forma, Mingyu pudo reconocerlo—, con lobos.

La silueta se movió, y él con todo el esfuerzo siguió su movimiento, su cuello rotando lentamente, mecánicamente como si sus músculos estuvieran torcidos. Y aunque su vista era borracha y aturdida, reconoció los cuerpos apoyados en el suelo, uno contra otro.

Los capitanes que lo habían llevado a conocer el perímetro.

—¿Cómo es que un híbrido de sangre humana piensa que podría engañar a un vampiro de clase mayor? —Mingyu enfoca la vista, o es lo que quiere, y lo ve a él, jugando con ciertos anillos y dios, es jodidamente espeluznante la forma en cómo el hombre y Taehyung eran tan parecidos, en aura, en esencia, en todo. Mingyu no está respirando, incluso aunque lo quiera—, dime, Mingyu, ¿es posible?

Entonces hay una descarga por todo su cuerpo, como si algo en su parasimpático se hubiese activado de improvisto, cuando la misma adrenalina lo golpea como si hubiese sido inyectada directamente en sus vasos centrales.

Sus músculos respondiendo cuando el inspira y gruñe.

—¡Bastardo de mierda!

Yunho ríe y se mueve, aire frío dispersándose a su alrededor cuando comienza a caminar por la sala; una sala oscura, como un sótano, no puede identificarlo bien, pero cree estar insonorizada, porque no hay ruido que provenga de afuera que él pudiese sentir incluso si intentaba agudizar al máximo sus sentidos.

Y antes de que pudiese reaccionar a algo, ve al hombre acercarse con esa aura que lo tensa, el vampiro se inclina y su rostro queda frente al suyo, a centímetros, sus ojos rojizos conectando directo con los suyos.

Mingyu no tuvo que estar del todo consciente para entenderlo, cuando sintió algo violento invadirlo por dentro, cada parte de su mente violada, como si no perteneciera realmente a él algo que en realidad sí era suyo, privado.

Compulsión.

Después, la consciencia volvió a írsele.


ÓNICE #1; yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora