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Jungkook sale de la cocina con un tazón de leche y cereales.

Llevaba unos pantalones grises de chándal y el torso desnudo, sin preocuparse en cómo vestirse porque era su jodida casa y además había despertado hace apenas unos minutos atrás, el hambre le ganaba mucho más al hecho de tener que vestir de manera más decente.

Pero él mismo reitera en sus pensamientos -olisqueando los aromas intrusos que no pertenecían al de su familia-, que era su casa y podía hacer lo que se le plazca.

Por lo tanto, ahora se queda bajo el umbral y observa con una mirada desafiante a la única persona en su sala de estar.

El silencio en el lugar era inquietante, parecía querer asfixiarlo, haciendo que inconscientemente Jungkook comience a respirar con más cuidado mientras escudriñaba a la persona frente a sus ojos, quien se encontraba quieto como una estatua.

Taehyung estaba recostado en el sofá, los ojos cerrados, el rostro sereno, como si estuviera durmiendo.

Jungkook da unos pasos, no tantos, porque sabe que su lobo se siente más cómodo si observa desde lejos. Olfatea el aire, desesperado buscando algo y arruga la nariz, sintiéndose asqueroso y extraño al reconocer que había un pequeño aroma dulce, similar al de Jimin.

—Sabes que estoy despierto ¿cierto? —Taehyung apenas se movió.

Jungkook tragó duro, los músculos de su cuerpo tensos. —Por supuesto que lo sé.

Hubo una risita pequeña, pero fue suficiente para causarle una reacción a él.

Taehyung entonces abre sus ojos y se encuentra de inmediato con su mirada. —¿Te gusta lo que ves entonces?

—¿Qué?

—¿Le hago justicia a los mitos y leyendas de vampiros? —Taehyung luce excesivamente divertido, sus ojos brillando en picardía y su voz con aquel tono petulante como si fuese el dueño de una verdad no dicha—. ¿Aquellos que aclaman por nuestra belleza y cuerpos esbeltos?

Jungkook frunce sus cejas, sin tomar en cuenta el hecho de que sus manos apretaban con fuerza su bol de leche y cereales.

Entonces gruñe, pensando en que no se deshacía de él por el único hecho de ser el hermano de Jimin y alguien que salvó, de cierta forma, a Yoongi, su líder.

Eso no le quita el hecho de que le pone de mal humor. —Que te den, solo estás aquí por Jimin-hyung y Yoongi-hyung.

Taehyung enarca una ceja gruesa y perfecta bajo aquel cabello castaño y rizado.

—Tu lobo no me dice lo mismo —susurra con la voz absurdamente grave y se incorpora en su sitio para sentarse con el cuerpo completamente relajado tras el respaldo del sillón. Se toma unos minutos sin decir nada hasta que sus ojos, que nunca dejaron los de Jungkook, se curvan hacia arriba junto con la sonrisa en su boca. Jungkook jura sentir que el aire lo está mareando cuando siente una fragancia muchísimo más dulce que la de antes.

El menor no puede evitar cerrar los ojos, su mandíbula marcándose cuando aprieta los labios con fuerza, el escalofrío que ondeó por su cuerpo golpea en su estómago y mantiene despierto a su lobo, quién luce alerta ante aquel aroma que simplemente no paraba de aumentar en intensidad.

Ese maldito olor.

Jungkook vuelve a gruñir por lo bajo. —Lo haces a propósito. —Dice entre dientes, abriendo sus ojos para mirarle con molestia.

Taehyung se estira, y observa sus uñas con una sonrisa autosuficiente, entonces, cruza sus piernas y simplemente se queda así. —¿El qué?

—Solo- —Jungkook no lo soporta por mucho tiempo, el aroma es jodidamente excitante y sabe que son sus cosas de vampiro haciendo estragos en él y su pobre lobo adolescente—, solo mantente lejos de mis hermanos.

ÓNICE #1; yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora