24

18K 2K 1.8K
                                    

+12k









Estaba aterrado, era indescriptible lo que estaba sintiendo, la sensación que lo envolvía, y aunque para él no tuviese sentido, no podía quitarse el sentimiento que pareció estar arraigado en sus huesos, en su alma, como un pavor queriendo consumirlo desde adentro.

Y quizá era ese mismo temor el que lo obligaba a encerrarse en sí mismo, en un rincón de su propia mente, oscuro, entre las mismas sombras, en silencio, donde nadie pueda verlo, donde nadie pueda olerlo.

Donde nadie pueda alcanzarlo.

Donde nadie pueda herirlo.

Se está ahogando, Jimin quiere salir de ahí, porque anhela encontrarse con la gente que él quiere, porque sabe que hay gente que lo está esperando, esperando por él. Pero es como si una fuerza tragara toda la voluntad de su cuerpo y lo obligara a permanecer en ese lugar porque, de alguna forma, se sentía más seguro si nadie lo alcanzaba, aun cuando Jimin sabe que la realidad no es así.

Sin embargo, consciente de ese hecho o no, no puede volver, se niega a abrir los ojos.

Todo dolía por dentro, había tanto, pero tanto daño, que así se sentía, como si no quisiera recibir más, como si no pudiese recibir más. No quería que nadie lo tocara, que nadie lo mirara, simplemente quería quedarse ahí, siendo chiquito en aquel rincón para que nadie fuera por él.

Quiere ser olvidado.

Y duele, la misma sensación ardiendo por todo su cuerpo, le duele demasiado.

Porque hay soledad y pánico, un pánico tan grande, que Jimin se llena de eso a pesar de que no entiende por qué es lo único que siente hasta el punto de hacerlo llorar, hasta el punto de quemarle la garganta. Es como si la misma melancolía la pudiese saborear en sus papilas gustativas, visualizar en su mente, sentir en el calor abrasador de su pecho.

Duele demasiado.

Nadie vendrá por él, como en todos esos años, nadie buscará por él, nadie nunca se atreverá tanto como para ir hasta donde él está atrapado, nadie tendría el valor de hundirse en el fondo del océano por él si es necesario.

Nadie.

Ser consciente de eso, le saca un gemido doloroso, tendría que valerse por sí mismo, lo sabe, pero ha pasado tanto tiempo solo, como nunca antes, que saberlo no hace más que darle otra herida a su corazón.

Y es contraproducente, porque también se siente libre, libre del daño que lo aprisionaba, pero a la vez es esa misma libertad la que lo aterra, porque no soportaría pasar por lo mismo los dos veces.

Pero entonces, dentro de toda esa espesa neblina que es su mente, hay un llamado, es pequeño, apenas lo nota, sin embargo, es lo suficientemente desesperado y angustioso como para que él no lo pasara por alto.

Y, honestamente, captura toda su atención.

El ruido es bajo, pero la sensación lo golpea de manera potente, porque lo agita y lo aturde.

Y a pesar de ser desconocido, como un montón de cosas ahora, no le tiene miedo, porque es gentil: el toque que se expande, el aroma, la sensación que de pronto lo envuelve a su alrededor como caricias que no tienen otra intención que hacerlo sentir bien.

Extrañamente, quiere aullar.

Y quizá sería arriesgado, pero se deja guiar por eso a lo que le llaman instinto, con miedo, temblando, pero con la pequeña esperanza de que esa sensación amable se vuelva más grande, expandiéndose hasta que logre refugiarlo por fin, logre darle esa seguridad que anheló y lloró por años, años que pasó sin ser escuchado nunca, sin ser atendido nunca.

ÓNICE #1; yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora