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Está amaneciendo.

Namjoon observa los ligeros rayos de sol que aparecen como hileras de luz detrás de las montañas. Hay una neblina espesa sumergirse por los troncos de los árboles y un ligero frío que contrasta la temperatura de su sangre caliente.

Sin embargo, no es esa imagen lo que provoca algo en él, obligándose a sí mismo a permanecer quieto, con el rostro estoico, apretando los labios y cada músculo de su cuerpo contraído después de horas de lucha.

Sino que es la puerta de las entradas del norte destrozada, gente moviéndose de un lado a otro, cuerpos humanos yaciendo en el suelo, muertos, por todas partes y lobos heridos.

Su corazón duele, en lo más profundo de su pecho y tiene que controlar la expresión de su rostro cuando las lágrimas amenazan con salir, con emociones de rabia pura y tristeza arremolinando su pecho.

Se siente perdido, desolado y vacío, no hay otra forma de explicarlo, quiere aullar cada muerte y cada herida, quiere llamar por su líder, pedirle protección, decirle que lo necesitaban, que toda la manada lo necesitaba ahora.

Pero también sabe que tiene que mantenerse estable, erguido y con la barbilla alzada, y es su deber el que lo hace reaccionar, aplastar cada emoción con fuerza para que nada saliera a la superficie, aun si Jin se encuentra con su mirada a la lejanía y le frunce el ceño, mostrándole su dolor a través de sus ojos brillantes y su frente arrugada.

Namjoon niega imperceptiblemente hacia él e intenta sonreír pese a la distancia, sin embargo, esa sonrisa nunca alcanzó sus ojos.

Jin vuelve a su rutina, tratando a los heridos y trasladando a los más graves, todo sobre los ojos de Namjoon, quien con esa vista, siente una presencia deslizarse a su lado, no tarda en darse cuenta de que se trataba de Hani, la loba.

—¿Era el último? —pregunta, cuando olisquea la esencia oxidada de la sangre humana expeliendo de sus garras. Sin embargo, no se inclina a mirarla, su vista no puede apartarse de lo que pareció ser un horrible campo de batalla, de muerte para la raza humana.

Namjoon no negaría que los aborrecía, todos llevaban el recuerdo de cazadores de lobos arraigados a cada una de sus raíces y memorias, pero también le duele saber que las cosas hayan terminado de esta manera, con tantas muertes sobre sus tierras y su bosque.

—Sí —la voz de Hani lo trae de vuelta a la realidad—, el equipo de inteligencia dijo que el perímetro está limpio.

—Bien —su voz sale dura, cuando analiza la situación, y si alguien le diera un vistazo a Namjoon, el hombre lucía recompuesto, con su traje puesto luego de haber vuelto a su forma humana, sin una herida visible en alguna parte de su piel, sin siquiera sentirse exhausto, su cuerpo resistente demasiado inquebrantable como para que la duradera lucha haya acabado con parte de su fuerza.

Sin embargo, es su estabilidad mental la que está al borde del precipicio, cuando el sentimiento de responsabilidad bordea su pecho, cuando no sabe con qué cara miraría a Yoongi para decirle que lobos habían muerto en su ausencia, en su cargo.

De primera, Namjoon ni siquiera sabe del paradero de Yoongi, y si esto era una advertencia, para dar un paso atrás, entonces estaban completamente equivocados en que lo harían.

La manada tiene rabia, enojo, desesperación y tristeza. Namjoon sabía que, si algo sucedía con Yoongi, entonces serían capaz de quemar todo en busca de él.

ÓNICE #1; yoonminWhere stories live. Discover now