Capítulo 23

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Los días en el castillo pasaban y el miedo en Harry crecía con cada hora del día, él no estaba siendo paranoico, no del todo, no tanto, bueno sí, tal vez mucho, pero tenía razones, razones lógicas y concretas, un miedo enraizado en su corazón de la forma correcta. Él sabía lo que le esperaba, en serio lo sabía, tenía una hermana mayor la cual ya era considerada una mujer así que el tema lo sabía y por eso tenía miedo. Ninguna plática con su madre y hermana lo prepararía realmente, no es que no haya sabido que vendría y oh, sí que sabía lo que vendría. 

La primera vez que pasó fue un bonito día de campo de histeria, gritos y maldiciones por todo Grimmauld Place, aún recuerda la cara preocupada del viejo elfo Kreacher que le había servido fielmente desde la promesa de destrucción del guardapelo. Recuerda haber gritado por Hermione y cómo la mayoría de pinturas se apiñaron en el cuadro cerca a su cuarto para saber qué diablos pasaba. Y es que despertar en medio de una cama manchada de sangre con un dolor en la espalda baja y en la zona del pubis (Harry en ese momento no sabía que era en realidad su útero lo que dolía) podía conducir a la histeria a cualquiera. 

Recuerda también que Hermione lloró cuando lo vio pensando que se estaba muriendo y eso lo sacó de su propia miseria logrando que pensara con la cabeza fría y escuchara por fin al elfo doméstico que estaba rayando la felicidad por servir a un portador. La curiosidad y las ansias de saber también pudieron con Hermione y el episodio de histeria pasó. 

Claro que luego continuó cuando Kreacher soltó que Harry estaba menstruando como una chica, y mientras él estaba blanco como una sábana de la sorpresa, Hermione se reía de su desgracia a lágrima viva. Pasaron unas horas antes de que Harry lograra estar en el baño ya duchado y avergonzado porque no lograba salir del chorro de agua sin estar con la sensación de que algo bajaba por sus piernas. 

Hermione, bendita sea su alma, lo notó y entró al baño suspirando de exasperación pero se ablando rápido al notar la mirada de cervatillo que Harry tenía. Le explicó de forma lenta y tranquila que había un hechizo que todas las mujeres en Hogwarts usaban que colocaba una especie de copa mágica dentro de ellas que evitaba que la sangre saliera y luego, en la privacidad del baño, podían anularlo y desaparecía y todo fluía, evitando manchas y momentos incómodos. Harry no dudó ni un segundo en aprender ese maldito hechizo, una vez logrado recién salió de la comodidad de la ducha sintiéndose raro, sensación que pasó rápidamente. 

Luego de eso Kreacher insistió en que se fuera a Gringotts donde todas las dudas fueron despejadas, él era un portador y recién desarrollado porque al parecer su magia había estado limitada de joven por el propio Harry de forma inconsciente, y ahora que ya no había nada que le preocupara su magia se liberó. 

-Entonces una vez al mes estaré sangrando - dijo de forma irónica y molesta

- No es tan malo - dijo Hermione dándole un zape - Yo lo hago desde el primer año tonto, es normal 

- Sí normal - se burló - Para una mujer, yo soy un hombre 

- Agradece que ya no estamos en Hogwarts entonces - le espetó 

Bueno, eso ahora venía a morderle el culo porque ahora estaba en Hogwarts y los miedos que tenía antes se podían hacer realidad. Peor aún cuando a Lily le vino su período por primera vez y fue doloroso para los dos, porque él lo sentía, y parecía que su propio útero era el dañado, eso lo puso en una espiral de nervios porque sí sentía lo que pasaba con Lily, qué no le aseguraba que su propio cuerpo se sincronizaría con su hermana. 

Pequeñas misericordias de la vida, Bellatrix compartió el hechizo con su hermana y Harry no tuvo que fingir que lo buscó y encontró, Lily lo alcanzó ese día corriendo emocionada hasta él para enseñarle, lo que agradeció de todo corazón. Aunque eso no quitaba que siguiera histérico. 
















¿Evans?... No, Peverell y ¿Serpientes?Where stories live. Discover now