Capítulo 25

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-Levántate. - un suave pero firme apretón me hizo ser medio consciente.
-Ya, el instituto no se irá corriendo. - di media vuelta para seguir durmiendo unos cinco minutos más.
-No hay instituto lo sábados. - esa voz sonó tan cerca de mi oído que el aliento cálido soplo varias hebras de mis cabellos.
El pensamiento de alguien tan cerca como para sentir su aliento no caló en mí hasta segundos después.
Solté un gritito agudo y me senté rápidamente. Mal, mal hecho. Me di de bruces con algo muy duro y ahora otra voz se unió a mi gemido de dolor. Mientras que otras voces jadeaban de incredulidad.
-Dioses. - replicó Evan tocandose la frente. - olvidaba lo ruidosa que eres al despertar.
Tuve una vista panorámica de mi dormitorio y vi a Evan irritado sentado en el costado de mi cama sobandose la frente y a mis dos doncellas paradas en el umbral de mi puerta.
Jaida apretaba la boca fuertemente para evitar reír, lo contrario a Jane que soltaba risitas sin contenerse.
-¿Evan? ¿Qué..?
Antes de que pueda formular toda la pregunta él se levantó
-Tienes media hora para vestirte. Daremos un paseo.
A grandes zancadas fue hasta la puerta pero lo llamé antes de que pueda llegar a ella.
-Evan, ¿Dónde iremos?
Él me sonrió por encima de su hombro y me guiño un ojo.
-Ya lo sabrás.
Salió de mi dormitorio y me quedé allí sentada todavía procesando. Estaba aún medio dormida por lo que el cerebro lo tenía hecho papilla, así que la orden que me dio prácticamente no caló en mí.
Unas palmadas en el aire me espabilaron y me di cuenta que era Jaida quien lo había hecho y que ahora me miraba con el ceño fruncido.
-¿Qué?. - pregunté con confusión
-Tienes un aspecto terrible. - contestó Jane.
Jaida chasqueo la lengua reprobando a su hermana menor y me miró con más suavidad.
-Lo que quiere decir es que tenemos solo media hora para arreglarte y hay mucho que hacer.
Tardé un momento en darme cuenta de lo que trataba de decirme.
-Oh, vaya, gracias. - contesté sarcástica
Jane rió alegre y se acercó dando pequeños saltitos mientras que Jaida se acercaba con pasos más suaves y elegantes.
Media hora después estaba preparada y lista para partir.

(...)

Dentro del automóvil daba la sensación de que volábamos por las calles bien arregladas y bonitas de este barrio.
Desde que vi el automóvil me pareció super raro. A) Que Evan no esté vestido tan formalmente como está acostumbrado para salir. B) Que mi vestido sea menos estrafalario de lo normal y C) El automóvil no era nada comparado a lo que veía en la mansión.
Era simplemente otro automóvil más, nada de limusina u otro más extremo.
En todo el viaje Evan iba hablando por celular, discutiendo sobre gráficos y números ya saben pues, cosas aburridas.
De vez en cuando me echaba miradas como para comprobar mi estado lo cual también me pareció aun más extraño. ¿Qué se traía entre manos?
Pasamos un buen tiempo recorriendo calles, las cuales no conocía ni un poco. Barrios bonitos y muy limpios hasta relucientes.
En un momento dado Robert paró el auto, subió las ventanillas tan oscuras que ya no vi las calles ni edificios y miró por el retrovisor directamente a Evan. Éste le hizo una señal con la cabeza y antes de que pueda preguntar, Evan cortó la llamada y abrió la puerta que quedaba de su lado.
-Quédate aquí. - ordenó y salió bruscamente.
Miré a Robert para preguntarle pero al instante él desvío la mirada y encendió la radio. Maldito.
Unos minutos después en donde pensé que saldría de mi piel por la ansiedad, él volvió con varias bolsas en las manos y una caja bastante curiosa. Tenía en un extremo un dibujo que ascendía y descendía en espirales, los colores cambiaban de acuerdo al ángulo que le daba la luz del interior del vehículo y casi derribe a Evan inconscientemente embelesada por esa caja.
-Ni se te ocurra señorita. - me reprendió. - Ésto no es para ti
Hice un mohín y él río
-Jugando sucio pequeña?. - arqueó una ceja. - Sabes que me pone loco que hagas un mohín.
Volví a hacer el mohín y sin verlo venir Evan me plantó un feroz beso que me hizo volar y tocar el cielo unos segundos.
-Para que sepas lo que pasará de ahora en adelante si vuelves a jugar sucio.
Un estremecimiento bajó por mi espina dorsal al escuchar su advertencia sexy. ¿Adivinen quien va a hacer un mohín cada vez que lo vea?
-Sin embargo. - prosiguió y buscó algo en las bolsas. - Ésto sí.
Sacó una caja aterciopelada de un color morado, tan sólo al mirar la caja sabias que lo que había dentro valdría más que todo el sueldo del trabajo de cualquier persona.
Al observar el contenido de la caja casi se me sale un grito de la sorpresa. Era la cosa más preciosa que vi en mi vida. Era inquietantemente preciosa, cautivaba mis sentidos.
Era una gargantilla muy fina, brillaba el color plata como si estuviera fundido y lo que más me llamó la atención fue el pequeño corazón al final de la misma. Pero por ser pequeño no era menos hermoso. Lo tomé en manos y al subirlo a la altura de mis ojos la piedra naranja tenía la ilusión de contener un líquido dentro. Que loco.
Tardé un momento contemplando la preciosidad hasta que me di cuenta de cuanto dinero tenía en mis manos.
Esto equivaldría a un edificio y todos sus muebles incluidos. Negando con la cabeza lo alejé de mí y se la devolví a Evan.
-No puedo Evan. - sus rasgos generalmente duros y pétreos ahora demostraban vulnerabilidad. - Esto debería valer una enorme fortuna. No hay posibilidad en la vida de que pueda pagarte algo así.
-Por favor Abbey. - me dijo Abbey, no pequeña, sino Abbey. - Dañarás mis sentimientos, úsalo y así sabré que me llevas más cerca de ti.
El hecho de que el chico de hielo, el imperturbable, el insensible y demás comentarios estúpidos que suelo oír me diga cosas tan dulces y tiernas me conmueve.
Mordiéndome el labio inferior asentí con la cabeza mientras daba media vuelta y le enseñaba mi cuello.
La frialdad de la joya me dio un poco de escalofríos.

(...)

Es increíble como el tiempo se pasa tan rápido con la persona correcta. Dos horas parecerían solamente cinco minutos.
En un abrir y cerrar de ojos llegamos en donde debíamos estar.
Habíamos estado abrazados todo el camino, bueno en realidad Evan me abrazaba mientras yo descansaba la cabeza en su pecho, a él parecía no importarle que me haya sentado en su regazo.
-Necesito que me eches una mano, vale?. - se veía de pronto serio y todo eso. Asentí con la cabeza para que continúe. Empezó a remangarse su camisa perfectamente planchada y le dejó con un estilo muy sencillo y sexy. - Necesito..
Un grito que podía perforar los oídos de cualquiera y hasta incluso romper cristales me llegó desde fuera. Era un grito tan familiar que me fue imposible no saltar de mi lugar y salir volando del coche.
-Has venido, mira lo refinada que estás!. - mi madre salía esplendorosa, aún un sábado por la tarde.
Abrió los brazos y me sonrió como si no me hubiera visto por años, no fue tanto tiempo pero sí se sintió más o menos así.
Corrí a sus brazos y ella me estrujaba con mucha fuerza, parecía una señora muy frágil, pero que no te engañe, podía demoler tus huesos solamente con sus brazos.
-Como que he venido?. - arrugue el ceño mientras me separaba de ella.
Por el rabillo del ojo vi a Evan cargar las mismas bolsas que estaban en el coche, con la ayuda de Robert.
-Tu prometido había pedido disculpas por ti y me prometió que me compensarían con una tarde completa en mi casa!
Mi madre estaba que saltaba de la alegría, mientras yo seguía frunciendo el ceño. Evan pasó a mi lado y al ver mi insistente mirada me guiño un ojo y articuló la palabra “sorpresa” con los labios. La sonrisa tonta que tuve no me avergonzó en lo más mínimo.
-Sí mamá. - asentí todavía mirando como Evan metía la cosas en la casa y mi madre seguía mi línea de visión. - Hemos venido.
¿Quién diría que Evan podía hacerme todavía más feliz?

El ContratoWhere stories live. Discover now