Capítulo 57

1.3K 85 19
                                    

—¿Segura que no quieres que entre contigo?

Niego con la cabeza cuando me lo pregunta. Evan quiere darme apoyo moral y emocional para entrar a mi propia casa. Aunque me haga adorarlo aún más y apreciarlo por querer apoyarme, me da escalofríos de tan solo pensar en Evan y en mi padre en una misma habitación.

—Tú debes ir a una reunión muy importante.— Eso es verdad, lo oí discutiendo está mañana por teléfono tratando de atrasar esa reunión pero sin éxito. —Y mi padre te mataría si te ve conmigo.

Evan muestra una mueca, molesto. —Fui tan estúpido como para arruinar la confianza que tenía.

Robert aparca frente a mí casa y suspiro pesadamente, mientras salgo de la limusina.—Tranquilo, él sólo tiene miedo de ti y de que me hagas daño.

Él sale detrás de mí, rodea el automóvil y se acerca. —Es justo lo que yo haría. —acaricia mi mejilla y cierro los ojos disfrutando el suave toque.— Si yo tuviera una hija, la protegería con uñas y dientes.

Sonrío y siento su aliento sobre mis labios. —¡Abbeville Howland!

Nos sobresaltamos tanto por ese grito que cabeceamos y ahora tenemos un golpe en la cabeza cada uno.

Me sobo la cabeza mientras dirijo la mirada más asesina posible hacia mí padre, que está recargado sobre el marco de la puerta abierta.

—Entra hija, en las mañanas siempre hace mucho frío.— mi papá está con una sonrisa angelical, pero en sus ojos hay rencor. —¿Es el mismo muchacho de la vez pasada o de la semana anterior?

¿Qué?

Evan gira su cabeza hacia mí, asemejando al exorcista. —¿Vez pasada? ¿Semana anterior? ¿otro?

Me pego un tiro mental.

—Mi padre sólo quiere molestarte.—susurro y trato de empujarle hacia la limusina.— vete ya que no vas a poder hacerlo más tarde de él.

Evan se queda dudando un segundo cuando mi padre habla de nuevo. —¿Tiene miedo? ¿El pequeño no quiere acercarse?

Evan sonríe con el brillo de la competencia en sus ojos. —Para nada, señor.

Avanza con paso decidido hacia la puerta y mi papá arquea una ceja expectante. Todo el juego desaparece del semblante de Evan cuando su celular suena por quincuagésima novena vez en dos horas.

Pide un momento a mí padre de forma amable y se aleja, mientras habla en italiano y gesticula sutilmente.

Sep, ésto va a acabar mal. Me acerco a mí padre y le suplico que deje su faceta de padre protector sólo por esta vez, ya que parece ser que la empresa de Evan tiene un problema muy gordo entre manos y lo necesitan lo más urgente posible.

Mi padre suaviza el rostro al entender que no es una mentira de él, sólo para no enfrentarlo. Sino que es de verdad y que está interfiriendo con su trabajo. Asiente hacia mí, dándole la oportunidad de irse ya y vuelve dentro de la casa.

Evan se acerca con gesto abatido. —Lo siento, nena. Las cosas no van bien en la empresa, parece que hay un inversionista conflictivo y exige hablar conmigo. Debo irme ya. ¿Nos vemos en..?

Maldice entre dientes cuando se da cuenta de que ya no estoy en su mismo instituto. —Vale, eso debemos solucionarlo pronto.

—No importa. —Mis labios tocan su mejilla suavemente.—Nos vemos otro día y lo podremos solucionar más tarde.

Doy media vuelta cuando su mano agarra mi muñeca y mi pecho choca con el suyo. Evan chasquea le lengua. —Si vas a darme un beso, hazlo bien.

Me besa como debe ser. Una de las octavas maravillas del mundo, sin duda. Y fanfarroneo mentalmente, porque sus labios son sólo míos. Me guiña y sube con Robert para desaparecer rápidamente por la carretera.

El ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora