·•El gran baile•·

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Listas y en camino cada princesa tomó lugar en la limusina, la verdad que Estella se esforzó mucho en costear una, pero quería hacernos quedar bien, porque eventualmente ella quedaría bien, viene de la mano.

- No intentes coquetearle a una chica Eva.

- Doreen, soy una mujer hecha y derecha, no voy a coquetear con una chica, lo haré con varias.

- Ahg.

- ¿Celosa?

- ¿Yo? Pff antes muerta.

- ¿Quieren dejar de gritar? Soraya está durmiendo.

- Celeste desde acá se te ve lo homosexual querida - Le contestó Doreen.

- Uy ¿Y a vos no? "Ay Eva no estés con nadie" "Ay Eva no hagas esto, no hagas lo otro" al menos yo soy discreta.

- Te mataré maldita teñida - Le contestó Doreen.

- No me hagas reír, vamos a la misma peluquería, nos teñimos con el mismo tinte tonta.

- Ahg.

Miré a Clara y Tiana que estaban sentadas cada una a un lado de mi, nos aguantabamos la risa, es genial verlas discutir para ver quién es menos homosexual cuando sabemos que ellas prácticamente inventaron ese término.

- Llegamos.

Todas quedamos calladas, estuvimos gritando acerca de, básicamente ser lesbianas, todo el viaje y nos habíamos olvidado por completo del chófer.

Bajé de manera dificultosa de la limusina, mi vestido, traído directamente de Francia, recomendación de Estella, pesaba más que mi cuerpo entero, aunque sí, lucía hermoso pero ¿Vale la pena si no puedo ni respirar? Definitivamente la respuesta depende de a quién le preguntes, Estella te diría que sí, yo no diría nada, estaría ya muerta por tenerlo puesto, siendo imposible contestar a la pregunta.


Fue instantáneo, entramos al palacio y una ronda de aplausos que parecían no terminar nos rodearon.
Había olvidado que somos las siete princesas que compiten por ser reinas, entiendo por qué el alboroto.

Veía a todas las personas susurrando, dando cumplidos de nuestra apariencia, dándonos halagos, y lo único que habíamos hecho fue caminar hasta la entrada, aunque sí, cargando este vestido me merezco eso y mucho más.

Nos separamos, al parecer mucha gente que no me había hablado nunca de la nada se mostró muy interesada en mí. Una dama de cabello rojo no paró de elogiar mi vestido, se me escapó un "Y sí, con lo que pesa debería ser lindo" ella rio incómoda, olvido por momentos que la gente solo quiere escuchar un "muchas gracias" y listo.

Luego de que la gente fuera en busca de otra princesa a la cual mostrar lo buen miembro del pueblo que es con tal de ganar su respeto, por fin pude ver a mi familia.

Me acerqué, mientras me tomaba el tiempo de ver la hermosa decoración del palacio, un candelabro del tamaño de mi cama y una alfombra del largo de mi lesbianismo.

Cuando llegué pude ver a mi hermano luchando por escapar de las mujeres que se le acercaban a hablar.
Mi hermano siempre fue alguien muy atractivo, igual que lo fue papá. Cabello negro, piel suave y delicada, ojos azules heredados de mi madre y una complexión física bastante envidiable, mide más de un metro ochenta, para mí es envidiable, digo, mido 1,68 como mucho.

Después estoy yo claro, con un castaño claro que podría confundirse con rubio pero acompañado de unos ojos marrones que no son para nada extraordinarios, soy bastante común como ya mencioné anteriormente.

- Disculpen señoritas pero ya tengo acompañante para este baile.

Grayson tomó mi mano y me hizo paso entre las ocho chicas que había a su alrededor. Intenté disimular mi identidad mirando al piso, así no sabrían que soy su hermana, al parecer no lo notaron, había mucha gente pasando.

- Es hermosa - Susurró una chica. Me siento extrañamente agradecida por su cumplido.

- Sí, obviamente una gran opción para el duque.

Cabe explicar que mi hermano no es príncipe, a diferencia de mi. El linaje de mi padre viene de reyes, tener sangre de rey, al menos aquí, te convierte en príncipe o princesa. Mi padre no fue el padre de Grayson, y como mi madre no tiene sangre proveniente de un linaje de la alta realeza él se convirtió en un duque. Yo sí soy considerada princesa, aunque no quiera. Las condiciones para ser una en este pueblo son muy extrañas.

Las chicas se marcharon y mi madre me miró con lágrimas en los ojos.

- Mi amor, mi princesita, te extrañé tanto. Estoy tan orgullosa de que no te hayan eliminado el primer día.

- ¡Mamá!

- No te hagas, sabes que es sorprendente que aguantaras - Dijo Grayson acomodando su corbata.

- Pues qué buen recibimiento.

Mi madre rio y se disculpó mientras me abrazaba, la extrañaba bastante para ser sincera. Grayson me dio un corto abrazo, demasiado corto para mi gusto, con una pequeña sonrisa en el rostro, propio de él.

- Te extrañé hermanita - Tiene 25 años y aún no sabe mentir.

No nos llevamos tan mal, solo que somos muy distintos.

- ¡Atención! El rey, la reina y el príncipe están por entrar - Gritó un caballero de aproximadamente sesenta años, parecía que estaba dándolo todo, se quedó sin aire después de su anuncio.

Hicieron su entrada de una manera magestuosa y absolutamente nadie se quedó sin aplaudirles, quienes estaban sentados se pararon inmediatamente.

La reina se veía extremadamente seria, pero en el momento de las fotos extendió tanto su boca que dio miedo. El rey hizo lo mismo, aunque parecía un poco más amable, intentó posar abrazando a Agustín, eso fue tierno.

Agustín estaba radiante, sus ojos color claro iluminando la habitación, su cabeza hacia atrás y su traje color azul oscuro mataron a más de uno.

Su sonrisa dejaba perplejos a muchos, nunca lo había visto tan producido. Los suspiros de las damas, y creo de algún caballero también, se hacían escuchar, nunca hubo un príncipe tan apuesto y divertido, el pueblo tenía las expectativas muy altas en el hijo único, y Agustín cumple con ellas.

La música comenzó a sonar, iba a comenzar.

Comenzó bailando el rey y la reina, iban despacio, parecía que había sido ensayado unas cuantas veces.

Luego fue Agustín y la reina, él parecía algo torpe con los pies, pero lo disimuló.

La reina le susurró algo al oído y se alejó.

Era la hora, el príncipe iba a elegir a una princesa.

Cerré los ojos, no quería ser elegida, hasta me escondí detrás de Grayson.

Esperé, creyendo que su mano iba a tocar la mía en algún momento.

- ¿Quién lo diría? ¿La princesa Tiana? ¿No es ella quién nunca habla? Qué extraña elección - Cuando escuché a la mujer grosera de mi derecha abrí los ojos y no lo pude creer.

Estaba Tiana con la misma cara de sorprendida que yo, y Agustín sonriendo mientras todos aplaudían.

Me tomé unos segundos para analizar la situación.



El príncipe me declaró la guerra.









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