·•7 Rings•·

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Luego de bailar unas cuántas piezas, en su mayoría con Tiana y mi madre, nos despedimos, con la esperanza de vernos pronto, ya que la elección del príncipe sería en aproximadamente una o dos semanas, uno nunca sabe, y menos tratándose de Agustín.

Al salir del salón, habiendo pasado una noche confusa pero espectacular, me encontré con el mensajero que dejó la carta en la estancia de las princesas, aunque ahora vestía ropa moderna, que me arriesgaría a decir no es de aquí, demasiado... ¿Cool?

Me miró con una sonrisa, lo extraño es que no me dejaba pasar.

- ¿Necesita algo? - Pregunté.

- A usted necesito.

En otras circunstancias mi alarma de personas peligrosas se hubiese prendido, pero las princesas no tardaron en llegar a mi lado, nos estaba esperando la limusina, además aún habían algunas personas, no me sentí perturbada, aunque sí extrañada.

- ¿Cómo?

- ¿Se acuerda de Teodoro?

Intenté recordar a quién conocía con ese nombre, solo se me ocurrió mi ex amigo, quién me abandonó luego de saber mi sexualidad.

- ¿Pelo negro y ojos grises?

- El mismo. Está borracho en 7R, y dice no querer irse, repitió su nombre muchas veces, pensé en venir a buscarla.

- ¿Qué es la 7R?

Eva tomó la delantera y no tardó en explicarme.

- Se llama 7 Rings, es un lugar donde van jóvenes, generalmente quienes no forman parte de la realeza. Casi te diría que es un lugar prohibido, sexo, drogas, alcohol. Si te agarraran ahí te llevarían a prisión Allison.

- En parte sí, pero solo porque sos una princesa, si ven a un jóven común eso no pasa - Contestó el mensajero rodando los ojos.

- Mira... Yo lo siento, pero él no es mi amigo, para nada. A ti tampoco te conozco, además no quiero meterme en problemas, me están esperando.

- Es verdad lo que decían, los ricos solo se cuidan entre ellos... - Obviamente solo estaba provocándome, yo no caí, en cambio Doreen...

- Disculpame, pero querés mandar a una princesa, reconocida, en un vestido de fiesta, a un lugar que es más que peligroso. Me parece que quién no cuida a otros eres tú.

- Yo te puedo acompañar, te podrías cambiar de ropa, nadie te va a reconocer. Además, ya tenés una amiga que se nota que sabe de esas cosas.

Cuando el chico dijo eso nos miramos confundidas, hasta que contemplamos que estaba Eva besándose con una chica, o dos, con la oscuridad no se veía muy bien.

- ¡Eva! - Doreen ya no lucía sorprendida, aunque apretando sus puños daba a entender que estaba enojada.

- ¿Qué? Disculpen, estaba... Charlando con estas chicas - Luego se dirigió a ellas - Ya se pueden ir, goodbye.

Las chicas miraron con mala cara a Doreen, quién para ellas seguro arruinó un buen momento, Doreen se limitó a sacar la lengua en modo de burla.

- ¿Qué decís? - Le pregunté a Tiana, quién meneó una y otra vez la cabeza en modo de rechazo.
Celeste, la mejor amiga de las normas, me sorprendió al decir que sí, aunque lo dijo mordiéndose las uñas, seguramente fue impulsada por Soraya, que entre las cosas que sé de ella, no fue una princesa siempre, tal como Eva, ellas dos conocen vagamente el lugar, y nos impulsaron a todas a ir. Clara, fanática de nuevas experiencias no dudó ni un segundo.

Si tan solo me lo hubiera preguntado otra vez, hubiese dicho que no. Fue lo que pensé mientras estaba en una tienda cambiando mi estilo.

¿Qué pasó con la limusina? Es una buena pregunta, el chófer partió viendo que nadie subía. Estella fue invitada a cenar con el rey y la reina, conociendo a Estella no se podía perder de la oportunidad.

Quizás hubiese sido mejor si yo también me encontrara comiendo con el rey y la reina, porque ni mi peinado ni mis ropas me convencen.

"Es lo que se usa afuera del pueblo" "Es la onda"
Me crié en cuatro paredes aisladas a la realidad, estos comentarios me caen como agua fría.

Tengo mi pelo recogido con dos moños, un short que con tan solo quitarle un centímetro podría verse mi ropa interior, y un top violeta, que dentro de todo me aseguraba el busto, no lo detesto tanto.

Hace frío, ¿Por qué me ponen esto?

Aunque entre todos los conjuntos soy la que más se salvó, muchas tienen faldas cortas, blusas semitransparentes, tacones que triplican los míos y peinados con más productos que los que utilizo en mi cara.

- Me siento... Extraña.

Miré a Tiana, cubriendo con sus manos lo que el vestido no cubría, tomé un short que parecía un bikini por su longitud y se lo entregué, para que se lo pusiera por debajo del vestido, y así se sintió más cómoda.

- ¿Seguro que así se viste la gente hoy en día? Es incómodo, es revelador, es todo lo que no usaría - Pronunció Celeste mientras con una bufanda cubría su escote.

- Sí, estoy seguro, en parte era para verlas en estas ropas, no lo voy a negar...

Soraya interrumpió enseguida.

- Sos un pervertido, un asqueroso.

- ¡No me dejaste terminar! - Dijo el jóven - quería verlas así porque jamás vi a una princesa de short, hasta me causa gracia, aunque yo no sepa mucho de moda sé que te pusiste la ropa al revés - Dijo señalando a Clara. Quién tenía un escote en V en la espalda - Y también es porque sé que con estas ropas pasarán desapercibidas.

Mientras nos acomodabamos la ropa, pensé en por qué Teodoro diría mi nombre borracho, en por qué ninguno de sus amigos lo sacó del lugar arrastrándolo, por qué sus padres, estrictos y olvidé decir que uno un comisario, dejaría que su hijo escapara hasta un lugar como 7R.

Todo es muy sospechoso.

Pero lo que rebosó el vaso fue ver a un hombre mirándonos en la tienda. Pensé que era un pervertido o algo por el estilo, pero al verlo bien pude sacar su identidad.

- ¿Agustín?

En seguida el príncipe, vestido con un abrigo, sombrero y gafas negras, se acercó susurrando "Shh" mientras con el dedo índice me indicaba silencio.

- ¿Qué haces acá?

La recepcionista de la tienda nos veía raro, ya de por sí al entrar nos preguntó si éramos famosas o algo por el estilo, porque teníamos cara familiar. Luego al escucharnos hablar seguro sospechó que nuestra informalidad forzada era sospechosa, y si para colmo entra un chico con la voz del príncipe susurrando, sin duda sospecharía algo.

El mensajero nos apuró e ignoró la presencia de Agustín, quién festejo en silencio, creyendo que su atuendo había podido camuflarlo.

Quería preguntarle qué hacía acá, pero era muy tarde, un auto del cual desconozco al chófer no tocaba bocina en la calle.

Supongo que esto no podría ser más raro.

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