12. Perdidos

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Reino de Arabasta

Yara y Ace iban saliendo de Arabasta, habían encontrado el bote en el que se movilizaban, el cual era impulsado por las llamas de Ace y hacía mucho más rápido el trayecto.

-¿En qué piensas? -preguntó Ace a su compañera.

-En Luffy, me alegro mucho de que haya conseguido tan buenos nakamas -respondió sonriendo.

-Sí, aunque me alegra más que ya no sea un bebé llorón.

Ace se sentó al lado de la mujer y se recostó en su hombro.

-Debo decir -continuó- Que me alegro de haber ganado la apuesta.

-Creo que no es válido -rió Yara- Yo llegué primero.

-No eres la capitana.

-Tu tampoco, pero tu te uniste a mí. Así que no vale.

Ace se levantó, mirándola a los ojos.

-Lo importante es que estoy unido a ti, para siempre -dijo mientras acariciaba su rostro.

-Me vas a matar de dulzura -rió Yara.

-Espero no llegar a ese punto, pero te amo -dijo y se acercó para besarla.

Anocheció, y luego de varias horas, llegaron a una pequeña isla. No parecía muy grande, pero era suficiente como para pasar la noche y descansar.

Se tumbaron en el suelo para ver las estrellas, siempre solían hacerlo en las noches desde que eran niños. Amaban contemplar el cielo nocturno.

Yara se abrazó mucho a su esposo, debido a su fruta del diablo siempre desprendía calidez que la cobijaba del frío.

Ambos se sentían muy afortunados de tenerse el uno al otro, pero también se preocupaban mucho por la integridad de la otra persona. Los dos tenían el pensamiento de no querer que le pasara algo al otro, pudiendo sacrificarse a si mismos para mantenerse a salvo.

Entre todos esos pensamientos, cayeron dormidos.

A la mañana siguiente, estaban preparándose para zarpar.
De pronto, Yara sintió una presencia.

-Ace...

-Sí -respondió el chico.

Ace no tenía su haki de observación desarrollado, pero de vez en cuando podía sentir movimientos a su alrededor.

Yara tomó su katana que yacía en el suelo.
Los puños de Ace se transformaron en fuego.

Y ambos se lanzaron a la batalla.

Un bandido, quién tenía la intención de robarles, hizo el esfuerzo de luchar solo con ellos, sin éxito.
Justo cuando Ace lo tumbó en el suelo para encararlo, Yara sintió un grupo acercándose.

-Tiene compañía- dijo- Pero no será nada difícil- agregó al comprobar el nulo nivel de haki de sus oponentes.

Y efectivamente, en un par de movimientos, todos los bandidos, quienes vestían túnicas, estaban noqueados en el suelo.
Y la pareja, zarpando en la orilla.

-En la próxima isla compraremos provisiones, no nos queda mucha comida -precisó Yara.

-¿Te puedo comer a ti? -preguntó coqueto Ace.

Yara se sonrojó y rió nerviosa. Si bien el acostumbraba a bromear así con ella, a veces era bastante inesperado.

-Vamos amor, estamos hasta casados y aún no dejas de sonrojarte conmigo -rió Ace- Amo ver tus mejillas rojitas -dijo mientras ponía sus manos en su cara.

Acercaron sus rostros y juntaron sus frentes mientras sonreían, sintiendo la brisa del mar a su alrededor.

En un par de horas, llegaron a una isla que parecía poblada y mucho más grande que la anterior.

Desembarcaron y se adentraron en la ciudad.

Era un poco parecida a Arabasta, habían muchos puestos de venta y locales de abastecimiento. Las estructuras eran antiguas.

Fueron a comprar comida y cosas que necesitaban para continuar su viaje. Asimismo, consultaron si Barbanegra había pasado por ahí, pero los lugareños no tenían ni la más mínima idea de quién era el. Tampoco lo habían visto.

Llegaron a un bosque que a Yara no le daba muy buena espina.

-Ace -llamó su atención Yara- ¿No sientes que estamos caminando en círculos?

-¿Hum? -miró a su alrededor- No lo sé, no me he fijado. Llevamos caminando mucho rato.

La chica suspiró.

-Bien, subiré a un árbol a ver donde estamos -dijo para luego trepar hábilmente hasta la copa de uno de los árboles.
Al llegar arriba, notó que su alrededor había una infinidad de árboles, que hacía imposible ver el fin del bosque.

-Ouh -musitó la mujer.

-¿Qué ves? -le gritó Ace desde abajo.

-Árboles -respondió y bajó de un salto.

-Muy graciosa.

-Bien, estamos perdidos -decretó Yara.

-Que oportuno -se quejó Ace -Sabes, me extraña que hayan tantos árboles, no estamos muy lejos de Arabasta y el clima debiese ser más árido.

Yara miró los árboles y tocó un par de hojas.

-Tienes razón, no me había percatado de ese detalle. El clima de la isla no es tan óptimo para un bosque de esta envergadura.

-Sospechoso, ¿Verdad? -miró a su compañera.

Ella lo miró de vuelta y sonrió.

-Un poco -dijo mientras entrelazaba sus manos- Vamos, tenemos que salir de aquí.

Caminaron otro largo trecho, hablando de cualquier cosa que se les viniera a la cabeza.

Con ellos siempre era así, conversaban de cosas al azar, podía ser la cosa más banal o tonta, pero ellos siempre se escuchaban mutuamente y continuaban atentos la conversación.

-...por eso no me gusta dormir boca abajo -hablaba Ace- siento como si me ahog...- se calló repentinamente al sentir que Yara le apretó la mano fuerte y miró hacia un punto a su derecha- ¿Amor?

Yara lo miró y el entendió todo.

Había gente allá.

Comenzaron a caminar hacia esa dirección. La mano derecha de la mujer se tornó negra, sacó a relucir su haki de armadura por precaución, la volvió un puño mientras con la otra guiaba a su amado hacia donde sentía las presencias.

El haki de observación de Yara estaba tan desarrollado que podía sentir presencias a mediana distancia. No era muy exacto pero si sentía movimientos.

Pudieron divisar que se trataba de tres personas que golpeaban a otra. Ambos se miraron.

Se fueron acercando más hasta que notaron que eran todos hombres, los que golpeaban vestían túnicas.

El que estaba siendo golpeado, lloraba y soltaba gritos ahogados, no le quedaba fuerza siquiera para gritar.

-Vaya -habló la mujer llamando la atención de todos- No me gusta meterme en asuntos ajenos pero, esto no se ve nada bien.

-Señorita, este infame es un ladrón -habló uno.

El aludido, era un chico que no superaba los 17 años.

-¿Que robó? -preguntó Ace.

-¡Qué no! Siempre está robando, es un muerto de hambre. -respondió otro.

-Bien -dijo Yara- Nos encargaremos de él.

El chico golpeado abrió los ojos como platos, asustado.

-¿Quiénes son ustedes? De ninguna manera, ¡Haremos pagar a este chico! -gritó el mismo hombre, muy a la defensiva. A la vez que los otros dos sacaban unas espadas.

-Dije -enseñó su puño negro, a la vez que el puño de Ace se volvía fuego- Que nos encargaremos de él.

ENCONTRÉ MI ONE PIECE (AcexLectora)Where stories live. Discover now