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— Hola, hermoso.

— Por milésima vez, no pienso ser nada más que tu amigo —dijo Roger molesto.

— ¡Vamos! Estás loco por mí —insistió Edgar y le guiñó un ojo.

— Eh... no —dijo Roger—. Así que por favor, deja de coquetearme.

— Bien... —accedió—. ¿Irás a la fiesta?

— ¿Cuál fiesta?

— La fiesta de fin de año —explicó Edgar—. Arriendan una piscina...

— Ah... sí, la he oído —dijo—. Supongo que sí, ¿por?

— No sé, sería agradable que fueras —dijo.

— Supongo que distraerme un poco no haría mal... —pensó en voz alta.

— Claro, en serio, deberías ir, prometo no molestarte.

— Bien —se encogió de hombros.

(...)

Y aquel día llegó.

Todos estaban ya allá. La pasaban bien, varios en la piscina, otros charlando y otros comiendo. Lo típico.

Roger estaba sentado en la orilla mientras conversaba con Michael y Riley, su novia. Brian lo miraba desde una esquina fingiendo que leía sobre una reposera. Le encantaba como le brillaba el cabello rojo a la luz del sol.

Notó como otro chico se le acercaba y también hablaban. En un momento le puso el brazo por los hombros y el pelirrojo lo alejó con un empujón leve, que lo botó a la piscina. Rió por lo bajo, mientras el tipo tomaba a Roger por la pierna y hacía que cayera también.

— ¡Idiota! —escuchó gritar a la voz de Roger mientras le salpicaba agua e intentaba volver a sentarse.

— Te quedará el cabello rosa por el cloro —dijo el otro chico.

Quizás Roger estaba saliendo adelante ya. Suspiró, si eso era verdad, sus oportunidades de recuperarlo desaparecerían.

— Hola, Bri —dijo William sentándose con Lainey.

— Hola —saludó dejando el libro a un lado.

— ¿Vas a hablar con Roger? —preguntó William.

— No sé... lo veo tan feliz...

— Vamos, Bri —dijo esta vez Lainey—. Que te recuerde como algo bueno en su vida, no como terminaron.

— Sí... bueno, tienes razón... —dijo Brian.

— Te lo hemos dicho como veinte veces, Brian ¿crees que no sabemos que tenemos razón? —preguntó William, Brian rió.

— Sí, lo sé, lo sé...

— Si quieres, espera a que esté solo —propuso William.

— Sí, yo creo que eso haré.

El rato fue pasando, ya habían almorzado y varios seguían en la piscina.

— Hey, guapo, ¿qué haces?

— Ya te dije que no me dijeras así, Edgar —respondió Roger mientras seguía anotando en su libreta.

Edgar se sentó a su lado y leyó, Roger rápidamente ocultó la libreta de su vista.

— ¿Pétalos caídos? —preguntó.

— Ya déjame tranquilo —masculló Roger—. Es algo personal.

— ¿Por tu ex?

— Sí. Por eso, déjame tranquilo.

— Bueno, bueno —dijo y guardó silencio un rato—. ¿Estás aún deprimido por él?

Grown Up [Maylor]Where stories live. Discover now