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— Bien, estoy listo ¿vamos a ir a la comisaría? —preguntó Brian acercándose a él.

— Bueno... no sé... —respondió Roger mientras caminaba abrazando sus libros.

— ¿Ah? ¿Por qué no?

— ¿Y si no me creen?

— Roger, tienen que hacerlo, hay pruebas médicas que te drogaron.

— No serán suficientes —suspiró—. Además no logró hacerme nada. Terminaré echándole leña al fuego.

— ¡Pudieron hacerte algo! —reclamó el rizado—. Además ese depravado sigue por ahí como si nada, esparciendo rumores falsos acerca de ti ¿Vas a dejarlo?

— Sí.

— ¿¡Qué!? ¿Por qué? —preguntó Brian exaltado.

— Ya lo hice a los doce, ya lo hice el año antepasado —dijo Roger con aire triste—. Si no hay más pruebas o si no hizo el acto, no hacen nada. No importa, déjalo así...

— No, me rehúso a que sigas sufriendo por una tanda de imbéciles —dijo Brian decidido.

— No estoy sufriendo... 

— Puede que ahora no, pero no sabemos qué va a pasar en el futuro.

— Da lo mismo —dijo—. Solo será un rato, ya lo van a olvidar.

— ¿Y si no lo hacen?

— Tendré que asumir —dijo—. Tengo clases, nos vemos después...

Roger se fue mientras Brian dio un suspiro pesado. No dejaría que Roger volviese a lo mismo, de eso estaba seguro.

— Oye, Brian, ¿estaban poniéndose de acuerdo para comprar condones? Deberías comprar varios, quizás cuántas cosas tenga ese chico.

Brian se dio vuelta con cólera. Marty estaba allí mirándolo con una sonrisa burlona en el rostro. Se acercó hacia él y lo tomó de la camiseta para estamparlo contra la pared.

— Escúchame bien, bastardo —dijo—. Si sigues molestándolo te juro que soy capaz de de hacerte tu maldita vida de niño de papi imposible. Te juro que soy capaz de hacerte picadillo tu estúpida cara de asno. ¿Me oíste?

— Nunca lo has hecho, ¿por qué esta vez sería diferente?

Brian volvió a estamparlo contra la pared, Marty comenzó a asustarse.

— ¡Lo digo en serio! —gritó, algunos los miraron, pero Brian no le dio importancia—. ¡Por Dios que lo digo en serio! ¡Te juro por mi vida que si sigues soy capaz de dejarte en el hospital! ¿¡Me oíste!?

— Cómo sea —rió. Brian lo soltó, pero mientras Marty comenzaba a acomodar su indumentaria, Brian le proporcionó un fuerte puñetazo en la cara. Marty se dio vuelta con la nariz sangrando mientras le devolvía el golpe, comenzando una pelea.

— ¡Oigan, oigan, ya paren! —gritó William llegando y separándolos, afirmando a Brian de las axilas para que no siguiera golpeando a Marty—. ¡Tú, Larsen, eres un maldito y ojalá te cague un pájaro encima! ¡Y tú, Brian, por favor cálmate! ¡No sacas nada más que perjudicarte!

— Sí, saco defender a Roger — dijo Brian mientras se pasaba la mano para sacarte la sangre del labio que se le había partido con el golpe.

— Lo sé, pero este imbécil de seguro quedará con sangre en el ojo —le murmuró—. Vámonos, antes de que te suspendan o algo parecido.

Se fueron caminando a su clase, Brian sentía la cara adolorida, pero no dijo nada. Se dio el gusto de patearle el trasero a Marty y eso lo hacía sentirse fenomenal. El tipo se lo merecía, no solo por lo que había hecho en la fiesta y por lo sucedido posteriormente a eso, si no que también por todo lo que Roger había sufrido por su culpa en la escuela. Por todas las lágrimas que el rubio había derramado por las calamides que lo había hecho pasar. Y no estaba arrepentido. Para nada.

— Brian, debes tener cuidado —suspiró William—. Sé que este idiota está causando muchas estupideces, y  sé que no quieres que Roger sufra, pero si quieres golpearlo, tienes que esperar a estar fuera de la universidad, así no podrán sancionarte.

Brian rió levemente por su comentario.

— Tienes razón, debí pensarlo mejor —dijo.

— Definitivamente —dijo—. Te diría que no puedes golpear a las personas, porque es malo y bla bla bla, pero este tipo es... es el anticristo. ¡Es satánico!

Brian rió con mayor intensidad.

— Honestamente, lo odio —rió.

— ¡Todos lo hacemos! Tú, yo, Mike, Roger... ¡Estoy seguro que tus amigos de la secundaria también!

— ¿Freddie y John? —preguntó Brian y William asintió—. No tengo idea, ni siquiera sé si saben todo lo que vivió Roger en la escuela.

— Bueno, ¡Deberían odiarlo! —exclamó William—. Ese tipo es retorcido. Malvado. Bélico. Desquiciado. Loco. Inicuo. Blasfe...

— Ok, Will, ya entendí —rió Brian.

— Por eso ¡dale con la silla!

— Mejor entremos a clases —rió Brian.

(...)

Roger había pensado que en un par de semanas todo habría acabado, pero no fue así. Diciembre ya empezaba, la nieve comenzaba a acumularse en los jardines y el frío inundaba ya toda la ciudad, sin embargo, sus compañeros seguían mofándose de él por lo que jamás había hecho, preguntándole cosas incómodas y burlescas.

Al menos, las parcas ya le habían desaparecido, y aquello le daba un poco más de alivio. No tenía que ver esas cosas cada vez que se cambiaba de ropa o se duchaba.

Y como seguían molestándolo, utilizaba su coraza y era antipático con la mayoría, menos con quienes no lo molestaban y con sus amigos. Así que se concentraba en los exámenes finales y en la Navidad que se acercaba poco a poco.

Aquel día, había terminado su último examen, así que decidió ir a comprar los regalos con el dinero que había ahorrado trabajando en la tienda de música durante el verano y otras vacaciones. El centro comercial estaba lleno de árboles navideños y otras decoraciones, mientras que los acostumbrados villancicos sonaban despacio.

— Quizás pueda comprarle el suéter que quería a mi mamá... —pensó mientras miraba en la tienda.

— ¡Oye, Roger! ¿Andas comprándote faldas cortas? —le gritó un compañero, él los ignoró y siguió buscando.

— De todos los centros comerciales que hay en Londres tenían que venir a este —masculló alejándose.

Le compró un regalo a su madre, a su padre, a su familia en general y a sus amigos. Y pronto llegó el turno del regalo para Brian.

¿Qué podría comprarle?

Comenzó a pensar mientras paseaba solo por el centro comercial. Sabía que debía ser algo especial, pero no estaba seguro el porqué. Solo sabía que quería darle algo que de verdad le gustase y que lo hiciera sentir querido. Buscó en cada tienda del lugar, pero luego se dio cuenta que quizás debía darle algo que no fuese material. Algo más personal, para demostrarle que seguía queriéndolo —quiso evitar la palabra amándolo— y hacerlo sentir feliz por aquel momento.

Sí, ya sabía qué regalarle. Así que se fue del centro comercial entusiasmado por el regalo que iba a realizar. Solo esperaba que a Brian le gustase.

Grown Up [Maylor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora