1

14.8K 414 226
                                    

El tedioso sonido de mi alarma hizo que un quejido escapara de mi garganta, no quería despertar, no cuando sabía todo lo que me esperaría al hacerlo. Pero no tenía otra opción, o por lo menos, sabía que esa era la mejor. Rodé en la cama y apagué el irritante sonido mientras me sentaba en la punta del colchón.

Suspiré.

Nueva ciudad, nuevo instituto, nueva vida. No amigos, no diversión...no padre.

Fregué mis ojos con las palmas de mis manos para que cualquier rastro de sueño desapareciera y con pesar me dirigí al baño. Me di una ducha rápida y desayuné en silencio mientras escuchaba las noticias en el televisor.

Mi madre entró a la cocina y se sirvió una taza de café.

–Vas a llegar tarde–advirtió. Su cabello castaño, varios tonos más claro que el mío, estaba amarrado en un moño formal.

—¡Oh, no!—exclamé dramáticamente, llevando una de mis manos a mi frente y tirando la cabeza un poco hacia atrás—. ¿Llegar tarde? ¡Por favor, jamás haría una cosa así! —Me dirigió una mirada de advertencia  y una sonrisa juguetona se comenzó a deslizar por mis labios. Nuestros ojos se encontraron y, de pronto, su expresión sucumbió; borré inmediatamente la sonrisa.

Su mirada se trasformó totalmente una vez que comenzó a observar mi rostro, conocía aquella expresión a la perfección y no me gustaba verla en ella. Tenía dudas, dudas sobre si había, habíamos, hecho lo correcto al mudarnos, dudas sobre lo que iba a pasar conmigo, dudas sobre si íbamos a estar bien y muchas otras más que deseaba poder hacer desaparecer de su mente. No merecía todo lo que tuvo que afrontar y a veces dolía el no saber qué hacer para ayudarla.

—Mamá, estoy bien, estamos bien y todo va a estar bien—afirmé aunque en el fondo no estaba segura de qué tan ciertas eran mis palabras, pero sabía que era lo que ella necesitaba escuchar y tal vez yo también lo necesitaba.

Sus labios estaban apretados y formaban una fina línea, la conocía tan bien que sabía que si hubiera hablado, se le hubiese quebrado la voz; luego de unos segundos de silencio, asintió tragando duro y guardando todos sus pensamientos en algún lugar oscuro de su cabeza. Como siempre hacíamos, era más fácil enterrar esa clase de emociones antes que afrontarlas. Se volteó para darme la espalda mientras lavaba los tratos sucios. Era consciente de que lo estaba haciendo para evitar mirarme a la cara, sin embargo, no dije nada.

No sabía qué decir.

La observé por algunos momentos más, y tras inspirar profundo me paré con una sonrisa torcida en el rostro y fui hasta la puerta de salida. Frené en frente del espejo que había a la entrada y miré con más detenimiento el uniforme, camisa blanca de mangas largas con el escudo del colegio en rojo vino bordado sobre mi pecho izquierdo, una falda del mismo color del escudo por encima de las rodillas y zapatillas negras, porque me negaba rotundamente a usar zapatos. Nada mal, pero de todas formas la idea de tener uniforme me disgustaba.

Agarré mi mochila, saludé a mi familia y me obligué a ir directo al nuevo colegio sin detenerme en ningún sitio o escapar, aunque la idea era tentadora, me contuve únicamente porque no quería causar más problemas de los que mis madres ya debían afrontar. Mudarnos fue algo duro pero necesario, todas necesitábamos un cambio y un nuevo comienzo. Sólo esperaba que las sombras del pasado se quedaran allí, en el pasado. Caminé siguiendo las indicaciones de Google Maps hasta que llegué a una construcción de ladrillo enorme que tenía grabada sobre la puerta "Instituto Saint Gregor". Se veía a kilómetros que era una institución prestigiosa; el típico colegio donde sólo entrabas si tenías mucho dinero o un cerebro equivalente al de Einstein.

Suspiré.

Me gustara o no, tenía que asistir a aquel colegio porque era la mejor forma para tratar de olvidar todo e iniciar una vida nueva lejos de problemas. Me acomodé la camisa del uniforme y me armé de valor para comenzar a atravesar el estacionamiento. No me quedaba otra opción más que entrar, si podía ser con todos mis miembros intactos, porque a unos metros de la entrada, una motocicleta pasó a toda velocidad por delante de mí. Por suerte frené justo a tiempo, evitando un accidente y mi más que posible muerte.

Solo Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora