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7.9K lecturas...no tengo palabras para agradecerles.
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Abrí los ojos lentamente y el sol pegó justo en mi rostro, molesta por él enterré la cabeza en la almohada y estiré mi brazo para agarrar el teléfono de la mesita de luz, pero no lo encontré. Con el ceño fruncido levanté la cabeza para ver dónde diablos estaba y caí en cuenta de que lo había dejado en el coche de Sofía junto a mis llaves; giré mi rostro para ver el reloj en la otra mesita de luz y ya eran casi las diez. Entonces, recordé que era lunes y todavía tenía que llegar al colegio. Ese pensamiento hizo que todo el sueño que quedaba en mi cuerpo desapareciera instantáneamente.

Mierda, mierda, mierda.

Me levanté y vestí lo más rápido que pude, no me maquillé ni nada, simplemente salí a cara lavada con un puñado de cereales en una mano y una botella de agua en la otra. Mis madres no estaban, ya se habían ido al trabajo, lo que significaba que ninguna me podía acercar en coche.

Quisiera decir que corrí todo el camino hasta el colegio, pero luego de unas pocas cuadras me comenzó a faltar el aire y decidí que lo mejor iba a ser caminar para calmar mi respiración y no fallecer en el intento. Limpié una gota de sudor que caía por mi frente.

Necesito hacer más ejercicio, tal vez debería comenzar a salir a correr todas las mañanas, pensé y sonreí con gracia. Ni en sueño.

Comí los cereales mientras pensaba lo mismo que en toda la noche anterior no había dejado de rondar mi cabeza: ¿Y ahora qué?

Estaba preocupada, me di cuenta cuando estaba a una cuadra de la institución, estaba preocupada de cómo actuaría Alex. Tenía miedo de que me ignorara o fingiera que nada había pasado, sin embargo más miedo me daba lo que eso provocaría en mí y por eso lo odiaba.

Lo odiaba por tener ese control sobre mí.

La mañana anterior, cuando regresé a mi casa, había pensado que mi madre me volvería loca de tantas preguntas, no obstante no fue así. Simplemente me preguntó dónde había estado y quién me había traído, le dije que con unos amigos, cosa que no era del todo verdad, pero tampoco era una mentira como tal, y que me había traído uno de ellos. La noté mas distraída que de costumbre, sin embargo no dije nada, no quería tentar mi suerte; el resto de la tarde la pasamos viendo una película en el sillón las tres juntas o, mejor dicho, Cata durmiendo, mi madre prestando atención y yo demasiado distraída en mis propios pensamientos para ver el final de "Titanic".

Entré en la institución a paso acelerado con el objetivo de llegar a mi casillero sin ninguna interrupción de por medio y estaba a solo a unos metros cuando me detuve en seco. Fruncí el ceño al ver a Sofia con la mandíbula apretada y los ojos vidriosos entremedio de su casillero y un chico pelirrojo que no reconocí, tampoco escuché lo que el chico le susurró en el oido, pero la conocía tan bien a ella que sabía que algo iba mal. Mi pensamiento se confirmó cuando el pelirrojo, luego de susurrarle algo, comenzó a reír mientras ella bajaba la mirada y tragaba duro.

En el pasillo caminaban solo unos pocos que, al igual que yo, estaban llegando tarde a la primer hora. Ninguno prestaba atención a lo que estaba sucediendo entre la rubia y aquel chico, y si alguno lo estaba haciendo, no se gastaban en entrometerse, porque así funcionaban las cosas en esa escuela, si no es contra ti, no es tu problema. Y estaba segura de que nadie interrumpiría.

O eso creía hasta que vi una cabellera morocha caminar hacia ellos.

Pensé inmediatamente en acercarme creyendo que Cristina iba a apoyar al pelirrojo e iban a molestar juntos a Sofía, y no iba a permitir eso, pero mi ceño se frunció aún más cuando Cristina se paró a un costado de ellos y se dirigió al chico. No escuché la conversación, no obstante, fui capaz de entender con sólo observar la escena que cuando el chico se alejó y siguió su camino no fue por un milagro de Dios, fue gracias a lo que fuere que la morocha le había dicho.

Solo Por TiWhere stories live. Discover now